lunes, 16 de diciembre de 2024

Si te convirtieres

 


Si te convirtieres

“Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos. Y te pondré en este pueblo por muro fortificado de bronce, y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte, dice Jehová.” Jeremías 15:19-20

La porción bíblica de hoy, es un hermoso y urgente llamado de Dios para nosotros. En un mundo donde a lo malo llaman bueno y a lo bueno, malo, es apremiante la necesidad de hablar la verdad, la verdad de la Palabra de Dios. Hay personas en estos últimos tiempos que, al igual que en la época del profeta Jeremías, se encuentran hablando palabras supuestamente de parte de Dios, pero verdaderamente muchas veces son tan solo palabras sacadas de contexto formando así doctrinas o pretextos que finalmente solo alimentan sus propios deseos, pues estos, son amadores de los deleites más que de Dios, por lo que aunque tienen apariencia de devoción o piedad, sus hechos están manifestando todo lo contrario (2 Timoteo 3:4-5).

Es por ello que, el Señor inicia diciendo “Si te convirtieres, yo te restauraré”, no importa cuan infructuosos o perezosos hayamos sido hasta ahora en la obra del Señor, porque si de corazón anhelamos ser usados por Dios, Él nos dice, “yo te restauraré” Él sanará, limpiará, transformará, hará cosa nueva, y todo cuanto haya necesidad en nosotros para estar delante de Él; “y si entresacares lo precioso de lo vil” dice el Señor, “serás como mi boca”

Lo precioso de lo vil, en ello nos debemos enfocar; lo precioso: Jesucristo; lo vil: nosotros. Pero a pesar de todo, Él, hoy, por la gracia y la misericordia del Padre, vive en nosotros, por su Espíritu y nuestra fe, mora en nuestro corazón (Romanos 5:5, 2 Corintios 3:17). De modo que, nuestra vital y trascendental tarea es entresacarlo a Él de nosotros, o en otras palabras, permitirle vivir en nosotros, renunciar a nuestros propios deseos, permitiendo que sea el fruto de su Espíritu el que se evidencie en nuestra vida; pero para ello, tal y como nos lo expone 2 Corintios 3:18, la manera de hacerlo es dejar de centrarnos en nosotros mismos, nuestros errores, debilidades, pasado, etc. y mejor dedicarnos a apreciarlo a Él, su magnífica gloria, su poder, su victoria sobre el pecado, su extraordinaria vida y ministerio, su fe, y todo lo que es Él, pues haciendo así, nuestra boca y todo nuestro ser, no mostrará lo vil, sino lo precioso de nuestro Señor, porque como dice su Palabra, de gloria en gloria somos transformados llegando a ser como Él.   Oración.

«Padre, una vez más, gracias por tu Palabra, pues es la luz en mi caminar; la única capaz de convertir mi alma, de hacerme sabio, alegrar mi corazón, alumbrar mis ojos y penetrar hasta partir mi alma y espíritu; te alabo por la revelación que de ella me das, pues de lo contrario, estaría perdido y en oscuridad, pero ahora he visto a Jesucristo y su amor ha transformado mi corazón para poder entender y practicar tu verdad, amén.