miércoles, 1 de septiembre de 2021

Nadie como tú

 

Nadie como tú


“No hay santo como Jehová; porque no hay ninguno fuera de ti, y no hay refugio como el Dios nuestro”. 1Samuel 2:2

“¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; más la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre”. Salmo 73:25-26

“Oh alma mía, dijiste a Jehová: Tú eres mi Señor; no hay para mí bien fuera de ti.” Salmo 16:2

Estas palabras de oración salieron de la boca de Ana, y no solamente fue una plegaria, sino, una alabanza que irradiaba luz, porque el deseo de cada creyente es reflejar la luz divina. Este canto resalta un contraste entre la Ana, irritada, humillada y entristecida por su rival, del capítulo uno del libro de Samuel; con una Ana en el capítulo dos que fue elevada al trono de Dios por la oración con la que derramó su alma delante de Él y que le fue contestada.

La oración eficaz de una mujer justa que se deleita en la majestad y santidad de Dios, una mujer atribulada de espíritu que encontró en Dios su refugio. Una mujer que tenía fe en el Dios que lo cambia todo y obra en favor de los que se humillan en su presencia, por eso dice con tanta certeza: “no hay ninguno fuera de ti”.

Su corazón se regocijó en Jehová y su poder se exaltó solo en Él, como dice 1 Samuel 2:1 “Y Ana oró y dijo: Mi corazón se regocija en Jehová, mi poder se exalta en Jehová; mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, por cuanto me alegré en tu salvación”. Dios es bueno y si acudimos a Él en momentos de angustia, no seremos defraudados, porque es grande en misericordia hacia los que le buscan.

Ella comprendió que Dios tenía la respuesta. Necesitamos aprender de Ana, a buscar al Señor de corazón y gemir no sólo por nuestras necesidades, sino por las de otros, con la compasión que da el Espíritu Santo, que anhela ver el poder de Dios y su manifestación en este mudo perdido. Por eso, en su oración nacida de un corazón afligido, al ser estéril, pide por un hijo que se levante como un varón de Dios, para que saque a Israel del estado de oscuridad en que se encontraba y le haga frente a la anarquía por la que su nación pasaba. Una oración generosa y sin egoísmo, donde pide un hijo, para después prometerlo al servicio de Dios.

Ana salió de la presencia de Dios, con gozo del Espíritu, con la paz de Dios y con una fe renovada. Hoy, más que nunca, necesitamos intercesores que martillen el cielo con clamor, a fin de que Dios obre un avivamiento en su pueblo como nunca se ha visto, porque estamos viviendo tiempos de oscuridad y necesitamos que se levanten hombres y mujeres del talante de Samuel, para proclamar la Palabra de Dios.   Oración.

«Hoy, acudo a ti Padre celestial, buscando refugio en tu presencia, tú puedes hacer de lo imposible, lo posible, por eso derramo mi corazón atribulado y triste delante de ti, rogándote que no permitas que mi fe decaiga ante las pruebas, sino que cada día mi confianza crezca, porque tú eres mi Dios y no hay bien fuera de ti. En Cristo Jesús. Amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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