Vivamos según las riquezas de su gracia
“en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de
pecados según las riquezas de su gracia,” Efesios 1:7
Lastimosamente un mal entendimiento de la gracia de Dios ha
alejado a muchos predicadores de enseñar la gracia de Dios y a nosotros mismos
de reflexionar profundamente en esta doctrina tan importante. Un tema que al
entenderlo y aceptarlo por fe, nos llevará a una transformación profunda, un
cambio de dentro hacia afuera para que se haga realidad la enseñanza de nuestro
Señor: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el
hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia
del corazón habla la boca.” (Lucas 6:45).
Por esto, al abordar este tema resuenan las palabras que por
el Espíritu, Pablo dice a Timoteo: “Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia
que es en Cristo Jesús” y “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado,
como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de
verdad” (2 Tim. 2:1, 15).
No es un tema fácil de abordar, requiere andar en el
Espíritu, ante la proliferación de falsas enseñanzas y paradigmas de
pensamiento religioso que han impregnado nuestra vida, pero como Pablo le
explica a Timoteo, la gracia no es algo, es alguien y ese alguien es Cristo.
Mi encuentro con la gracia de Dios fue tan real y ha seguido
transformando de manera tan radical y continua mi vida, que me es dada
necesidad de no callarlo: “Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa
mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio
que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de
Dios” (Hechos 20:24).
¿Has tenido un encuentro con la gracia de Dios? Te animo a
descubrir y a experimentar por fe en los siguientes devocionales el poder de la
gracia de Dios actuando en tu vida para que vivamos según las riquezas de su
gracia. Oración.
«Padre, me has dado todas las riquezas de tu gracia por medio
de Cristo, tanto favor inmerecido para que ahora viva en Cristo toda la
plenitud de la libertad del pecado, para gloria de tu nombre. Se que andando en
el Espíritu, puedo aprovechar cada tesoro que me has entregado para vivir en la
victoria que tú quieres que yo viva. En el nombre de Jesús. Amén.