domingo, 21 de abril de 2024

La gracia triunfa sobre el juicio

 

La gracia triunfa sobre el juicio


“Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. Juan 8: 3-11

Los fariseos y escribas frustrados porque no tenían nada en contra de Jesús para acusarlo y así poder juzgarlo, le llevan a una mujer sorprendida en adulterio. Según la ley, ellos decían que Moisés los mandó a apedrear a los adúlteros, miremos Deuteronomio 22:22: “Si fuere sorprendido alguno acostado con una mujer casada con marido, ambos morirán, el hombre que se acostó con la mujer, y la mujer también; así quitarás el mal de Israel”. La pregunta es ¿por qué sólo llevaron a la mujer para enjuiciarla?

El caso es que era una trampa; esperaban confundir a Jesús con respecto a la respuesta que diera a su pregunta: “tú pues, ¿qué dices?”; si Él decía apedréenla, lo acusarían de matarla, porque no era juez y si la defendía lo tacharían de condescendiente con la inmoralidad sexual. La verdad es que eran unos hipócritas astutos tentando al Señor, y aunque los escuchó y le insistían preguntándole, se agacho a escribir con su dedo en la arena, aparentemente ignorándolos.

Finalmente se enderezó y les dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”, en otras palabras: “aquel cuya conciencia le absuelva de cualquier pecado, arroje la primera piedra…” Fueron sorprendidos por su inteligencia, ahora el objeto de acusación se volvió hacia ellos y Jesús se inclinó nuevamente a escribir en tierra, era evidente que estaba dándole a los acusadores una oportunidad para irse sin que Él los viera y evitar así su vergüenza. Jesús hizo que fueran redargüidos en su conciencia, y fueron saliendo uno tras otro. La trampa para Jesús se volvió en su contra, quedaron expuestos ellos mismos a la vergüenza pública, lo que querían hacer con la mujer.

Es muy fácil caer en la tentación de juzgar a otros, antes de mirarnos a nosotros mismos, como nos recuerda Lucas 6:41 ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?”

Jesús tiene todo el derecho de juzgar porque es Dios, sin embargo, Jesús restaura la vida de esa mujer cuando le dice: “¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. ¡Qué ternura y gracia inimitables!, con ese acto de amor inagotable esa mujer fue traída a la convicción de pecado, a la admiración por el que la liberó de él y a ese llamamiento a empezar una vida nueva.

Este es un momento para pensar un poco antes de lanzar una piedra contra alguien, deberíamos reconocer nuestras propias faltas y mirar a aquellos que están perdidos en el mundo con más compasión y misericordia. Santiago 2:13 dice: “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio”.

El Señor no nos dejó un mensaje en la arena, lo hizo en la cruz, no lo escribió con su dedo sino con su sangre preciosa que derramó por cada uno de nosotros para declararnos “justos”. Esa es la gracia triunfando sobre el juicio. Alguna vez nos hemos preguntado ¿cómo reacciona Jesús frente a nuestro pecado?, sé qué cómo con esa mujer, nos diría: “tampoco yo te condeno, vete y no vuelvas a pecar” Oración.

«Amado Jesús, tu gracia me envuelve de manera incontenible ante tu inagotable amor. Al leer tu Palabra y ver tu misericordia sobre mi vida, te doy gracias, porque derramaste tu preciosa sangre en una cruz para darme perdón de pecados, libertad y una nueva vida. Lléname de tu Santo Espíritu para abundar en gracia, en misericordia y compasión por los demás, porque no soy quién para juzgar a otros. En el nombre de Jesús, amén.