domingo, 1 de diciembre de 2024

No todo el que me dice: “¡Señor, Señor!”

 


No todo el que me dice: “¡Señor, Señor!”

“No todo el que me dice: “¡Señor, Señor!”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Entonces les declararé: “Nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, hacedores de maldad!”, Mateo 7:21-23.

l leer el pasaje de hoy podemos reflexionar en varios aspectos. El primero es ¿Cual es la voluntad del Padre? la escritura nos dice en Juan 6:40 “Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”, la fe es la llave y Cristo mismo la puerta: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (Juan 10:9). Entonces no podemos dudar que nuestra salvación o nuestra entrada al reino de los cielos es por fe en Cristo Jesús. No podemos dudar de una salvación tan grande y maravillosa, que vino por gracia por medio de la fe en Jesús, es un regalo que no merecíamos (Efesios 2:8-10). Este es un fundamento y lo que produce certeza. Si alguien predica otro evangelio está equivocado.

Sin embargo en nuestra naturaleza carnal queremos acercarnos a Dios mediante obras de nuestra propia justicia: “sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.” (Gálatas 2:16). Así que la escritura es contundente, no es porque profetizamos en su nombre, ni porque echemos fuera demonios, ni tampoco porque en su nombre hagamos milagros, que somos justificados, finalmente estas también son obras, muy buenas y todo, pero insuficientes para alcanzar la excelencia que Dios exige en su santa ley; tampoco son evidencia de un nuevo nacimiento y de que hemos sido sellados por su Espíritu; solamente por la fe en él somos hechos hijos de Dios. ¿Dónde queda la jactancia o el orgullo del hombre? queda desecha, pues toda la gloria, la honra y la alabanza es para Dios que en su soberanía y gran amor proveyó el Cordero (Génesis 22:8).

Hermanos, un corazón transformado por la fe, de su buen tesoro interior, mostrará las buenas obras que Dios de antemano preparó para que andemos en ellas, haciendo su voluntad en todas las cosas.     Oración.

«Señor, así como le prometiste al ladrón en el calvario, que hoy mismo estaría contigo en el paraíso, me acerco a ti para morir juntamente contigo en la cruz y para resucitar a tu lado, para vivir una vida nueva relajado del mundo, libre del maligno y apartado del pecado, para gloria del Padre eterno. En el nombre de Jesús y con el poder de tu Espíritu Santo, amén.