Confesemos a
Cristo sin temor
“Os digo que
todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre
le confesará delante de los ángeles de Dios; más el que me negare delante de
los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios. A todo aquel que
dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que
blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado. Cuando os trajeren a
las sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por
cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir; porque el Espíritu
Santo os enseñará en la misma hora lo que debáis decir”. Lucas 12:8-12
Esta
enseñanza de Jesús nos habla de las consecuencias que vendrían sobre la gente
que lo rechaza a Él y al evangelio; y de llegar a negarlo cuando lo hemos
conocido. El Señor nos hace un llamado a permanecer firmes, porque vienen
tiempos donde nuestra fe será probada antes de su Segunda Venida. Hay muchas
maneras de negar a Cristo: cuando siendo cristianos nos comportamos como la
gente del mundo y callamos en cuanto a nuestra relación con Dios, cuando no
defendemos lo bueno y nos acomodamos a las ideologías de este mundo y nos
diluimos en la sociedad, cuando aceptamos los valores no cristianos en nuestra
sociedad y terminamos haciendo lo que todos hacen. No podemos esconder nuestra
fe por causa del temor.
Pero Jesús
nos alienta diciendo: “Os digo que todo aquel que me confesare delante de los
hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de
Dios”. Confesamos a Cristo cuando llevamos vidas morales que honran su nombre,
cuando buscamos oportunidades para testificar de su amor, cuando ayudamos a
otros, cuando salimos en defensa de la justicia, cuando amamos a otros y les
servimos sin condiciones, cuando somos leales a Él en todo momento y ocasión,
cuando le permitimos a Él vivir su vida a través de nosotros siendo portadores
de su gracia y verdad.
Jesús nos
dice que negarlo a Él puede ser excusable y perdonable, pero negar la obra del
Espíritu Santo es imperdonable, se le considera una blasfemia. Esta blasfemia
es un rechazo persistente, continuo y deliberado a su obra y a la gracia de
Dios, que endurece el corazón y no lleva al arrepentimiento; es no querer
recibir perdón y salvación y se demuestra con una oposición consciente y
endurecida hacia la verdad revelada por Dios por medio de su Espíritu.
Amados
hermanos, así como en el principio que la tierra estaba desordenada y vacía y
las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, el Espíritu Santo se movía sobre
la faz de las aguas, pidámosle en esta navidad al Espíritu Santo que se mueva
sobre las tinieblas de este mundo trayendo revelación al corazón de los hombres
para que les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo y puedan
ser salvos, 2 Corintios 4:4. Oración.
«Señor Jesús, quiero confesar tu Nombre siempre delante de los hombres, manifestando, que en ningún otro hay salvación; porque no hay otro Nombre bajo el cielo, Dado a los hombres, en que podamos ser salvos, Hechos 4:12. Que mis acciones, pensamientos y palabras manifiesten mi fe y mi confianza en ti, porque eres mi Señor y mi Salvador, gracias por tu Santo Espíritu quién pondrá palabras en mi boca para confesarte siempre, amén.