martes, 22 de marzo de 2011

SIERVO POR ELECCION PROPIA


SIERVO POR ELECCION PROPIA
“Pero si el siervo dice: Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos; no quiero salir libre” (Éxodo 21:5). Para este siervo no hay dilema, no hay qué elegir. Su decisión nunca estuvo en duda. Su amo era su mundo. El siervo estaba atado a él con cadenas eternas de amor. A él no le sería posible dejar a su amo o su casa.

La vida del siervo giraba entorno al amor que sentía por su amo, y al igual que Pablo, él consideraba todo lo demás como “estiércol” con tal de ganar a su amo. Él era la clase de persona dispuesta a ser despreciada con tal de que otros pudieran llegar a conocer el amor de su Señor.

Este siervo valoraba la intimidad con su amo sobre cualquier otra bendición terrenal. ¿A quién le podría importar los rebaños, los sembradíos, o el vino y el aceite, cuando se puede tener una comunión e intimidad sin fin con el amo? Su corazón rebozaba de cariño por su amo y él lo dijo claramente: “Yo amo a mi señor, no quiero ser libre.”

Lo que este siervo nos está diciendo es simplemente esto: ¡Cristo es suficiente! Nada en este mundo tiene el valor suficiente como para perder el sentir de su presencia. Toda la riqueza y prosperidad de toda la tierra no se puede comparar a tener un día con él. Los placeres que están a su diestra exceden inmensamente cualquier éxtasis conocido por los hombres. Conocerlo a él, estar donde él está, sentarse juntos en los lugares celestiales, es más que la misma vida. Servirlo, ser guiado por él, ir y venir de acuerdo a su mandato, es vivir la vida en su plano más alto.

¿Me recordaría usted que es un hijo y no un siervo? Entonces yo asimismo le recordaría gentilmente que Jesús era un Hijo, el cual “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres” (Filipenses 2:6-7). Él pudo haber venido como poderoso Príncipe del Altísimo, arrasando a todo enemigo, sin embargo, Cristo eligió venir como siervo, totalmente comprometido con los negocios de su Padre.

Este siervo dedicado del cual leemos en Éxodo, creía tener una sola misión en su vida, y ésta era la de servir a su amo. Él no estaba buscando la herencia, aunque está escrito, “El siervo prudente se impondrá al hijo indigno, y con los hermanos compartirá la herencia” (Proverbios 17:2). El amor que tenía le hacía obedecer con facilidad desde la mañana hasta la noche, cada momento que estaba despierto, él vivía en servidumbre voluntaria a su amo. Él era impulsado sólo por el amor – no por culpabilidad, ni por sentido de obligación. No es de asombrarse que Jesús podía decir, “Si me amas, me obedecerás.”