Raíces fuertes y profundas
“Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra;
y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. Pero salido el sol, se
quemó; y porque no tenía raíz, se secó.” Marcos 4:5-6
“Y el que fue sembrado en pedregales, este es el que oye la
palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es
de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la
palabra, luego tropieza.” Mateo 13:20-21
¿Hemos escuchado o leído en las sagradas Escrituras las
diferentes aflicciones, tribulaciones o persecuciones a las que estuvieron
sometidos distintos hombres de Dios? Por ejemplo, Esteban, quien fue apedreado
hasta la muerte por algunos judíos que se enojaron cuando él les mencionó su
dureza de corazón al no querer oír y entender la Palabra de Dios (Hechos
7:51-60). O también el apóstol Pablo, a quien quisieron matar apedreado luego
de no permitir que por causa de un milagro hecho, le ofrecieran sacrificio o le
rindieran culto (Hechos 14:6-20). Estos y muchos otros casos podemos encontrar,
incluido el del mismo Señor Jesús, a quien en varias oportunidades también
quisieron matarle a causa de la verdad que hablaba y los milagros que hacía
(Juan 8:59, Mateo 12:14).
Pues bien, aparte de esta notoria similitud entre ellos, hay
una todavía más grande y sorprendente, y es justamente su firmeza y
perseverancia, pues ninguno de ellos cambió su hablar o actuar, a pesar de lo
que ello pudiera causar. Podemos decir entonces que, contrario a la semilla que
es sembrada en pedregales, en ellos la Palabra de Dios sí que tenía raíces,
pues vino la persecución por causa de la Palabra, pero no tropezaron, sino que
se mantuvieron firmes y constantes.
Hermanos, hay una clave para mantenernos de pie ante las
diferentes adversidades a las que podamos estar sometidos por causa de lo que
creemos, predicamos y hacemos, puesto que “Y también todos los que quieren
vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución;” 2 Timoteo 3:12. Y es
precisamente qué tan arraigados y sobreedificados estemos por la fe en nuestro
salvador, o en otras palabras, qué tan fuerte y profunda está la raíz de la
semilla sembrada en nuestro corazón, puesto que es persistir en la Palabra de
Dios, lo que cimienta y nutre nuestra fe y relación con nuestro Señor y
Salvador (Romanos 10:17, 2 Timoteo 3:14-17).
Oración.
«Padre, gracias por tu Palabra, a través de ella me enseñas
la verdad y me revelas a tu Hijo; anhelo, al igual que aquellos hijos y siervos
tuyos, estar fuertemente arraigado en mi Señor y Salvador por medio de la fe
que me das al escuchar y meditar tu Palabra, y así estar siempre enteramente
preparado para presentar defensa con mansedumbre y reverencia acerca de la
esperanza que hay en mí, por Jesucristo mi Señor, amén.