lunes, 1 de junio de 2020

¿A quién buscáis?


¿A quién buscáis?
“Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba. Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra. Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús nazareno”. Juan 18:4-7
En este pasaje vemos a Jesús hablando con los soldados y las personas que habían llegado con Judas Iscariote para arrestarle. Jesús se adelantó majestuosamente y les pregunta: “¿A quién buscáis?” A lo que respondieron: “a Jesús nazareno”. Cuando Jesús dijo: YO SOY, todos retrocedieron y cayeron al suelo. En ese momento Jesús reveló su deidad, mostró a estos hombres que tenía el completo control de la situación y que no podían prenderle sin su permiso.
Ahora, no cayeron al suelo para adorarle porque solo le llamaron Jesús de Nazaret, lo vieron como un simple hombre, no lo reconocieron como el Salvador, por eso no le tributaron la dignidad que le correspondía, pero retrocedieron y cayeron en temor y consternación ante la misma presencia de Dios, no entendieron que estaban frente al Señor de la gloria.
Este pasaje es el cumplimiento de la profecía del Salmo 27:2 “Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron”. Los que buscaron su vida fueron avergonzados y confundidos cuando el Señor por un instante les reveló su gloria.
¿A quién buscáis? Es la pregunta que Jesús hace hoy también a muchos, que no saben quién es y no le conocen todavía; porque llegará el día en que toda la humanidad doblará rodilla antes Jesús de Nazaret, ante el Hijo de Dios vivo, ante el Cristo resucitado. Lo más increíble es que Judas Iscariote tampoco le reconoció, porque Cristo se presentó allí como el Señor de la gloria. Esto tiene que ver mucho con los incrédulos, a quienes el dios de este mundo, Satanás, les ciega el entendimiento para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo.
La manera como le buscamos entonces cambia mucho nuestra posición delante de Él. Si lo vemos como el Señor de la gloria nos postraremos para adorarlo, no con miedo, sino con reverencia porque estamos ante el GRAN YO SOY, y veremos su gloria como el unigénito del Padre, lleno de gracia y verdad.  Oración.
«Jesús de Nazaret, tú eres el gran Yo Soy, el Señor de la gloria, por eso mi corazón se inclina ante tu majestad, te reconozco como mi Dios y mi Salvador. Eres el Soberano que tiene el control de todo lo que sucede alrededor, el Dios Vivo que se levantó de entre los muertos para darme la victoria y una nueva vida. Te amo mi Jesús. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
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