Conoce el Espíritu de Dios
“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus
si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto
conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha
venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha
venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual
vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. Hijitos,
vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en
vosotros, que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan del
mundo, y el mundo los oye”. 1 Juan 4:1-5
“Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y
salteadores; pero no los oyeron las ovejas”. Juan 10:8
Estamos en tiempos donde el espíritu del anticristo no es una
figura lejana, es una mentalidad que ya opera. Es un sistema de pensamiento que
niega a Cristo y suplanta la verdad, que desvía la fe hacia lo superficial.
Esta influencia ya está presente en los medios de comunicación, gobiernos,
ideologías, incluso dentro de algunas congregaciones. Las señales están en el
ambiente, pero los que están adormilados no las percibirán, no por falta de
evidencia sino por falta de hambre espiritual.
Si somos movidos e inspirados por el Espíritu Santo
confesamos con nuestra boca la verdad de Dios, reconociendo claramente en sus
enseñanzas que Jesucristo vino en carne. Su carne significa su cuerpo, pues
solo por hacerse humano pudo Él morir (pues como Dios no podía morir) (Hebreos
2:14-15); y su muerte expresa su amor hacia nosotros (Juan 15:13). Negar la
realidad de su carne es negar su amor. Es negar la humanidad de Cristo.
Los que dicen que Jesús no vino en carne, no son de Dios,
están negando a Jesús, porque no lo están confesando en su persona y en su
divinidad, están influenciados por el espíritu del anticristo que ya está en el
mundo. Derivan su espíritu y enseñanzas del mundo, de la no regenerada
naturaleza humana, regida y poseída por Satanás.
Los que confesamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador que
vino en carne, y lo hemos recibido en nuestro corazón, hemos sido liberados por
Él y no podemos ser vencidos, ni esclavizados por el espíritu del anticristo,
el diablo, “el príncipe de este mundo».
Somos ovejas de Cristo y ya nadie nos puede arrebatar de su
mano, dice Juan 10:4-5: “Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante
de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no
seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”. Y Juan
10: 29 asevera: “Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede
arrebatar de la mano de mi Padre”. Nosotros le pertenecemos a Dios, y hemos
vencido; “porque mayor es el que está en nosotros, que el que está en el
mundo”.
“Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo
los oye”. 1 Juan 4:5. Aquí vemos que el mundo ama lo suyo y ya Jesús nos
advirtió esto en Juan 15:18-19 “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha
aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo;
pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os
aborrece”.
Pero, 1 Juan 4:6 sigue declarando “Nosotros somos de Dios; el
que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos
el espíritu de verdad y el espíritu de error”. El Espíritu que viene de Dios
enseña la verdad, el espíritu de error que viene del diablo seduce al error.
Toda profecía verdadera descansa en Cristo y se refiere a Él,
el fundamento de nuestra fe. Si se edifica sobre este fundamento, jamás seremos
engañados. (Apocalipsis 19:10; Efesios 1:17-19). Oración.
«Gracias Padre, por la gran prueba de amor al haber enviado a
tu Hijo unigénito, que se hizo hombre para morir por mí en la cruz. Confieso
que Jesucristo es Dios manifestado en carne y quiero vivir por Él y para Él;
quien es el camino, la verdad y la vida, y que ha redimido mi alma perdida.
Mayor y más poderoso eres tú que vives en mí, que el que está en el mundo. Sé
que contigo venceré todo lo malo, porque tu Espíritu y tu Palabra moran en mi
corazón. En el nombre de Jesús, amén.