jueves, 27 de julio de 2017

Sal 3:1-8


Sal 3:1-8
3.1, 2 David se sintió en la minoría. Pudo haber habido más de diez mil soldados a su alrededor en ese momento (3.6). No sólo los enemigos de David veían la vida en forma diferente, sino que con ansias buscaban dañarlo. Como rey, David pudo haber confiado en su ejército para derrotar a Absalón, pero en vez de ello dependió de la misericordia de Dios (3.4). Por lo tanto, estaba en paz con cualquier resultado que se obtuviera, sabiendo que prevalecerían los propósitos primordiales de Dios. Podemos vencer el miedo cuando pedimos a Dios misericordia en nuestra hora más oscura.
3.1-3 El rey David no estaba sentado en su trono con todo poder, sino que huía de Absalón, su hijo rebelde, y de una hueste de traidores que querían matarlo. Cuando las circunstancias se vuelven contra nosotros es tentador pensar que Dios también está en contra nuestra. Pero David nos recuerda que es todo lo contrario. Cuando algo parece estar en nuestra contra, Dios es el único que es con nosotros. Si parece que la vida está en contra suya, no culpe a Dios: ¡búsquelo!