viernes, 14 de abril de 2017

Hechos 11:1-3https://lh3.googleusercontent.com/amE3knJD22ihqGMeTvZcTZLgbO3tAGi_8GwqZVUhA8J5-s20hjmA0d45JY5s-XpJQ-12o8ksaLXwnwJke3U_5Jc-g-8xmtE8_V-bH-h7XmxTrH0j-kF1e47NaubX7I8V1XGwV2vo8RmeyYZaPmMK6vKPoAPeFOz4CMn3K2zz6YaBNzFG7ZoZ9wrIjBEBaV4zuzEd6CVOxUs5uuhRuh7CRABLOWYjtT4no2CtPmGOKLICdz7r35l4KsexzFPZ_hXya9BvBXCKQyYfBGsh998aHfxqVLVKHO5S_n3qLeHVD3JkOOdmZIN4QbIjE0pzC9-tHxqwvfpxH9GMqfxkm6JOKR3vuyfDw_dJZCvSK2jZ3eP2SX4xOjksTEWvYH2RIlI458QGdJ776sLiXfbgNTsqVSv02Hj6SC-FWmZTz5rz0wgfB6tvBCHEBghXpaNMytK8wQxHls2pt6lNLCXJuwbZ-Vc3bdFF6INxfCHU8y6X4-O35YsWZorCm1wbcvBT8gw5zIM2Ay6ckYsHZ_hf6DGXwB_g2juyA25Q7AhD3I9BErfUOuLASYLVaVRfERamnst1ynp7RpWpSrPIOhhJEneHqzxmLEgmq7Ad8a_LhTvIuf11f4CcCYPgfg=w721-h540-no


Hechos 11:1-3

Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea, que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Y cuando Pedro subió a Jerusalén, disputaban con él los que eran de la circuncisión diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos?

De todos lados esperamos reclamos, señalamientos y oposición, pero pocas veces imaginamos que dentro de nuestra lucha espiritual nos encontraremos con “fuego amigo”. Por esta razón me fascina leer la palabra de Dios. Nos prepara perfectamente para lo que habremos de atravesar en nuestro desarrollo espiritual. Venimos saliendo de un gran final en Cesarea donde la gente había recibido a Cristo y se alababa a Dios. El ánimo de Pedro seguramente estaba alto. Las noticias eran extraordinarias y llegan a Jerusalén. Pero cuando Pedro se reúne con los apóstoles y hermanos llegando a Jerusalén, en lugar de encontrar gente contenta y gozosa por lo que había pasado, se encuentra con cuestionamientos y señalamientos. ¿Por qué comiste con los gentiles? ¿Por qué estuviste en su casa?

Hay dos puntos de vista en estos versículos: el de los apóstoles y el de Pedro. Los apóstoles no tuvieron la visión de Pedro ni estuvieron en los hechos para presenciar el suceso. Ellos simplemente recordaron sus costumbres y quisieron seguir viviendo a través de ellas. Por otro lado, Pedro tuvo una transformación en su forma de pensar a partir de la revelación en su visión. ¡Esto es lo que nosotros debemos buscar! Ser totalmente transformados y renovados dejando atrás a nuestro viejo yo. Cuando tu mente no está buscando las cosas de Dios, es muy fácil que te encuentres criticando y señalando lo que no entiendes. Ten cuidado. Los apóstoles no tenían malas intenciones. Ellos pensaban que estaban haciendo las cosas bien. Por esta razón, debemos ser precavidos con lo que decimos y hacemos. Sin darse cuenta, los apóstoles y hermanos estaban estorbando la obra de Dios. Piensa qué diferente hubiera sido si en lugar de cuestionar y reclamar a Pedro hubieran dado gloria a Dios por el resultado que se había dado. Acababan de presenciar un milagro. Más personas recibieron a Cristo. ¿Qué podemos argumentar en contra de Pedro? ¡Sería como cuando criticaron a Jesús por sanar en el día de reposo! Lo que Jesús tanto criticó de los fariseos, se estaba repitiendo con los apóstoles y se puede repetir en nuestras vidas si no estamos atentos en buscar dar siempre la gloria a Dios. Seamos humildes y sencillos. Busquemos obedecer y sobretodo dejemos que el Señor nos transforme. Si seguimos fielmente al Señor tenemos menos probabilidad de equivocarnos. Si buscamos permanecer siempre en obediencia, tenemos mayor probabilidad de estar presenciando Sus milagros como Pedro y gozarnos en ellos en lugar de cuestionarlos. No te sorprendas si recibes críticas o señalamientos de tus propios hermanos. Ten paciencia y explica con amor lo que ha acontecido para que todos puedan entender lo que Dios ha mostrado en tu vida…

Oración

Padre: En verdad no dejo de sorprenderme con la perfección de tu palabra y el cuidado que tienes de cada detalle que pueda sucedernos. Te pido que me renueves y transformes. Te pido que pueda vivir fiel a tu palabra y que mi testimonio nunca estorbe tu obra sino pueda darte la gloria. Te pido perdones mis pecados y me limpies en el nombre de Jesús. Amén