domingo, 26 de junio de 2016

Romanos.7.v9-15

Romanos.7.v9-15 Donde no hay ley, no hay pecado, porque la gente desconoce que sus acciones son pecaminosas a menos que la ley las prohíba. La Ley de Dios logra que la gente descubra que es pecadora y que está condenada a morir, pero no ofrece ayuda. El pecado es real y peligroso. Imagínese un día soleado en la playa, usted acaba de zambullirse en el agua y de pronto descubre un cartel en la orilla que dice: "Prohibido nadar. Hay tiburones". Su día se arruina. ¿Es por culpa del cartel? ¿Se molesta con la persona que lo puso? La Ley es como ese cartel. Es esencial y la agradecemos, pero no nos libra de los tiburones.
7.11, 12 La Ley engaña la gente por usarla mal. La Ley era santa, y expresaba la naturaleza y voluntad de Dios. Eva se encontró con la serpiente en el huerto del Edén (Génesis 3), la serpiente se burló de ella, logrando que apartara su vista de la libertad que Dios le dio y la pusiera en la restricción que le había puesto. Desde entonces somos rebeldes. El pecado nos atrae precisamente porque Dios nos dice que es malo. En lugar de prestar atención a sus advertencias, las usamos como una lista de "mandados". Cuando nos sintamos tentados a rebelarnos, necesitamos contemplar la Ley desde una perspectiva amplia, a la luz de la gracia y la misericordia de Dios. Si nos concentramos en su gran amor por nosotros, comprenderemos que nos restringe en acciones y actitudes que al final causan daño.
7.14 "Yo soy carnal, vendido al pecado" quizás sea una referencia a la vieja naturaleza que busca rebelarse e independizarse de Dios. Si como cristiano trato de luchar contra el pecado con mis fuerzas, me deslizo hacia las garras del pecado.
7.15 Pablo menciona tres lecciones que aprendió al enfrentar sus antiguos deseos pecaminosos. (1) El conocimiento no es la respuesta (7.9). Pablo se sentía bien mientras no entendía lo que la Ley demandaba. Cuando aprendió la verdad, supo que estaba condenado. (2) La autodeterminación (luchar con nuestras fuerzas) no da resultado (7.15). Pablo descubrió que pecaba en formas que ni aun le eran atractivas. (3) Con ser cristiano no se logra desarraigar todos los pecados en la vida de creyente (7.22-25).
Nacer de nuevo requiere un momento de fe, pero llegar a ser como Cristo es un proceso de toda la vida. Pablo compara el crecimiento cristiano a una buena carrera o pelea (1Co_9:24-27; 2Ti_4:7). Tal como Pablo viene enfatizando desde el comienzo de su carta a los Romanos, nadie en el mundo es inocente, nadie merece ser salvo, ni el pagano que desconoce las leyes de Dios, ni el cristiano ni el judío que sí las conoce y procura guardarlas. Todos debemos depender por completo de la obra de Cristo en cuanto a nuestra salvación. No la podemos ganar con buena conducta.