sábado, 8 de agosto de 2020

La culpa nos enferma, Cristo nos libera


La culpa nos enferma, Cristo nos libera

“¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”, hebreos 9:14
Dios nos ha quitado todo pecado mediante la fe en su hijo Jesucristo, nos ha perdonado, “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones” (Salmos 103:12), es una realidad que debemos aceptar. Sin embargo, muchas veces lidiamos con sentimientos de culpa, traídos por nuestros recuerdos de pecados pasados y por ataques del maligno, que es el acusador (Apocalipsis 12:10), que no dudará en recordarnos al viejo hombre.
Es cierto, que debemos confesar el pecado y apartarnos de él, confiando en que Cristo nos limpia de todo pecado y por su fidelidad y justicia nos perdonará y nos limpiará de toda maldad (1 Juan 1:7-9, Salmos 51:2 ), pero es vital reconocer que la pasada manera de vivir ya fue muerta en la cruz y debemos identificarnos con esa realidad, conociendo y aceptando lo que dice la escritura acerca de nuestra condición actual: “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.” (1 Corintios 6:11).
La verdad libera y la verdad es Cristo, Él nos ha liberado de la culpa también; no nos quedemos en silencio atrapados en pensamientos y sentimientos de culpa que nos llevan a enfermar emocionalmente y como consecuencia físicamente (Salmos 32:3-5). Sin dudar confiemos en su perdón y don de justicia que nos colocó en Cristo, para que no perdamos el gozo de su salvación y podamos ser productivos, mostrando el fruto del amor de Dios en nuestra vida.  Oración.
«Gracias Padre Santo, examíname en lo más profundo, ve si hay camino de maldad y guíame en el camino eterno del bien que abrió tu hijo Jesucristo. Con su sangre preciosa has borrado todos mis pecados y los echaste al fondo del mar, ahora puedo adorarte con libertad y vivir lleno de tu gracia, para que el pecado no more más en mi vida. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
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