miércoles, 11 de abril de 2018

Resistencia y derrota de Satanás


Resistencia y derrota de Satanás
Satanás es el archienemigo de Dios y del hombre: "... vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe... (1 Pedro 5:8, 9). Él es el maestro estratega que mueve todo el mal que hay en el mundo. Su reino consta de ángeles caídos, de demonios y de pecadores. El diablo está constantemente tratando de desalentar, retrasar y derrotar a los obreros y la obra de Cristo; se ha propuesto oponerse a ellos por todos los medios a su alcance. Uno de sus nombres es "Destructor" (Apocalipsis 9:11). Satanás intenta destruir a personas, hogares, naciones... y el plan y la obra de Dios. El mismo coordina un ejército de espíritus inmundos llamados demonios, los cuales pueden afligir a aquellos individuos en los cuales moran. A veces, Satanás manifiesta un aparente control de las fuerzas de la naturaleza y es capaz de falsificar la obra de Dios por medio de "milagros" demoníacos (2 Tesalonicenses 2:9, 10). Tiene poder y autoridad perversa tan grandes que aun el arcángel Miguel apeló al Señor para que lo reprendiese (Judas 9). ¿Cómo podríamos usted y yo resistir o vencer al diablo? Ciertamente sólo Dios es capaz de refrenar, someter y derrotar a tan poderoso enemigo. Sin embargo, la Biblia otorga con toda claridad ese poder a los cristianos como usted y como yo. No debemos ceder a la tentación. Jesús nos dio ejemplo de cómo hacerlo utilizando la Palabra de Dios (Mateo 4:1-11), e instó a Pedro a lograr la victoria velando y orando (Mateo 26:41). Tenemos que permanecer firmes en la fe. La Escritura nos promete: "Resistid al diablo, y huirá de vosotros" (Santiago 4:7). La palabra griega que se traduce por resistid significa "estar firmes contra". Cuando Cristo está con nosotros podemos resistir a Satanás. Debemos orar. Esta es nuestra arma más poderosa; la oración
USTED hace que se manifieste la presencia de Cristo y Satanás y sus demonios tienen que caer a tierra como el populacho que fue a prender a Jesús (Juan 18:6). La oración echa mano de las promesas de Dios y las erige en muro entre nosotros y los poderes de las tinieblas. La oración puede hacer que los ángeles de Dios acudan de inmediato en nuestro auxilio (2 Reyes 6:1517; Daniel 10:13; Hebreos 1:14), trastornar los planes de Satanás y combatir cualquier disposición posible de las fuerzas demoníacas. En Efesios 6, describiendo nuestra guerra espiritual, Pablo dice: "Porque no tenemos lucha contra carne y sangre, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes" (v, 12). En el versículo anterior, el apóstol había hablado de nuestra necesidad de estar firmes. Contra las asechanzas del diablo, y ahora enumera las distintas partes de la armadura espiritual que debemos llevar en la guerra contra Satanás. Pero ¿cómo hemos de luchar una vez que estemos completamente armados? Pablo nos sugiere dos formas de hacerlo: con la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios, y por medio de la oración. La oración es la estrategia principal que Dios nos da para derrotar y poner en fuga a Satanás: "Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu" (Efesios 6:18). Cuando oramos, el Espíritu Santo puede investirnos de tal poder que el dominio del diablo sobre las vidas es quebrantado, los obstáculos que él pone entre nosotros y el reino quitados, y su obra destruida. Cristo vino para deshacer las obras de Satanás (1 Juan 3:8); lo cual llevó a cabo potencialmente en el Calvario. Ahora, el Señor impone su victoria -realizada en la cruz-por medio de las oraciones de su Novia: la Iglesia. Esta es la razón por la cual el pueblo de Dios es, al mismo tiempo, su ejército. Si la iglesia aceptara su papel sagrado de milicia divina; si los creyentes se estimularan unos a otros a la prioridad, establecida por Dios, de la oración; si se unieran entre sí en una intercesión militante guiada y ungida por el Espíritu, veríamos a Satanás derrotado, seríamos visitados por el Señor desde el cielo con avivamiento, y realizaríamos la mayor siega de almas que jamás hubiéramos conocido. Somos llamados a frenar a Satanás, a hacerlo retroceder y a derrotarlo por medio de la oración y del ayuno; pero tenemos demasiado poco espíritu de oración, somos excesivamente pasivos, nos sentimos demasiado contentos con la mediocridad espiritual y la relativa esterilidad en la obra de Dios. Parecemos satisfechos permitiendo que el diablo obtenga la victoria. [Señor, despiértanos! ¡Enséñanos a orar! ¡Guíanos a una guerra tal de oración que reclamemos a individuos claves, a familias enteras, e incluso a continentes para Cristo! [Póngase de rodillas y la evangelización mundial se verá revolucionada!  [Póstrese, y se manifestarán los triunfos de Cristo!