jueves, 2 de julio de 2015

Romanos.8. v25-28

Romanos.8. v25-28 En Romanos, Pablo presenta la idea de que la salvación es pasado, presente y futuro. Es pasado porque fuimos salvos en el momento en que creímos en Jesucristo como Señor y Salvador (3.21-26; 5.1-11; 6.1-11, 22, 23); nuestra vida nueva (vida eterna) comenzó en ese momento. Es presente porque nos estamos salvando; o sea, estamos en proceso de santificación (véase la nota a 6.1-8.39). Pero al mismo tiempo no recibimos por completo los beneficios y bendiciones de la salvación que recibiremos cuando el reino de Cristo se establezca definitivamente. Esa será nuestra salvación futura. Aunque estamos seguros de nuestra salvación, seguimos mirando con esperanza y confianza hacia aquel cambio completo de cuerpo y personalidad que nos espera más allá de esta vida, cuando seamos como El es (1Jo_3:2).

8.26, 27 Como creyente, no está abandonado a su suerte para enfrentar los problemas. Aun cuando no sepa las palabras adecuadas cuando ora, el Espíritu Santo ora con usted y por usted, y Dios contesta. Con la ayuda de Dios al orar, usted no debe temer estar ante su presencia. Pida que el Espíritu Santo interceda en su favor "conforme a la voluntad de Dios". Luego, cuando presente sus peticiones a Dios, confíe en que El siempre le dará lo mejor.

8.28 Dios hace posible que "todas las cosas", no solo incidentes aislados, redunden en nuestro bien. Esto no significa que todo lo que nos pasa es bueno. Lo malo sigue prevaleciendo en nuestro mundo caído, pero Dios es capaz de cambiar todas las circunstancias a nuestro favor. Tenga presente que Dios no está ocupado en hacernos felices, sino en cumplir sus propósitos. Note asimismo que esta promesa no es para todos. Es solo para los que aman a Dios y forman parte de los planes divinos. Los "llamados" son todas los que el Espíritu Santo convence y permite que reciban a Cristo. Estas personas tienen una nueva perspectiva, una nueva mentalidad en la vida. Confían en Dios, no en los tesoros de la vida; buscan su seguridad en el cielo, no en la tierra; aprenden a aceptar el dolor y la persecución, no a lamentarlos, porque Dios está con ellos.

8.29 La meta suprema de Dios en cuanto a nosotros es hacernos semejantes a Cristo (1Jo_3:2). A medida que vamos siendo como El, descubrimos lo que en realidad somos, las personas para lo cual fuimos creados. ¿Cómo podemos ser conformados a la imagen de Cristo? Leyendo y prestando atención a la Palabra de Dios, estudiando su vida en la tierra a través de los Evangelios, llenándonos con el Espíritu Santo y haciendo la obra de Dios en la tierra.