martes, 8 de febrero de 2022

Avivando nuestra vida espiritual. Parte 3

 

Avivando nuestra vida espiritual. Parte 3


“Meditad, pues, en vuestro corazón, desde este día en adelante, desde el día veinticuatro del noveno mes, desde el día que se echó el cimiento del templo de Jehová; meditad, pues, en vuestro corazón. ¿No está aún la simiente en el granero? Ni la vid, ni la higuera, ni el granado, ni el árbol de olivo ha florecido todavía; más desde este día os bendeciré” Hageo 2:18-19.

El último problema que Hageo enfrenta es la insatisfacción, lo cual es algo común para los seres humanos. Los Israelitas no se sentían satisfechos con el nuevo templo, porque siempre lo comparaban con el de Salomón, y por su negligencia muchas cosas de la obra continuaban inconclusas y querían, sin embargo, ser bendecidos. Ahora que estaban trabajando esperaban recuperar rápidamente los años de inactividad.

La lección para el pueblo de Israel era obvia, no podían esperar que la obra de tres meses compensara dieciséis años de negligencia. Tenían la misión de terminar el templo, pero estaban contaminados por el pecado. El rito no podía ocultar su inmundicia, así que todo cuanto ofrecían sobre el altar, por santo que fuese el propósito, Dios lo miraba inmundo. Para Dios no contaba el trabajo que hacían, sino la condición de su corazón; por eso dice en Hageo 2:14 “Y respondió Hageo y dijo: Así es este pueblo y esta gente delante de mí, dice Jehová; y asimismo toda obra de sus manos; y todo lo que aquí ofrecen es inmundo”.

La restauración espiritual es un proceso y no se obtiene de la noche a la mañana. El hecho de que entremos por las puertas de una iglesia, participemos del culto, sepamos pasajes bíblicos, cantemos alabanzas y depositemos el diezmo, no nos hace cristianos; nos hacemos cristianos cuando reconocemos que somos pecadores y necesitamos de un Salvador, Jesucristo.

La fe no es transferible, es una decisión personal que cada uno de nosotros toma, y para crecer necesitamos un proceso en el conocimiento de Dios y su palabra para ser transformados. A veces nos sentimos insatisfechos porque Dios no va a nuestro ritmo; la obra de Dios se hará a su manera. Nos quejamos porque no estamos satisfechos con su voluntad, queremos ser promovidos en su obra, sin antes ser obedientes a Él.

El cristianismo no se puede disfrazar de religiosidad y creer que las ceremonias religiosas pueden sustituir las verdaderas exigencias divinas. Dios demanda que seamos santos como Él lo es; para eso, primero Dios pone el cimiento que es Jesucristo y luego nos edifica en conocimiento y nos permite crecer en gracia para su gloria.  Oración

«Amado Señor, sé que quieres bendecirme, que eres un Dios de nuevos comienzos y, aunque mi vida esté en ruinas, para ti es más importante la obediencia a tu palabra que cualquier multitud de cosas que haga para agradarte. Ayúdame a caminar de tu mano y sentir satisfacción por la obra que estás haciendo en mí, en tu tiempo y voluntad. En Cristo Jesús, amén.     Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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