Tenemos un Padre proveedor
“Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie
conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel
a quien el Hijo lo quiera revelar.” Mateo 11:27
“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os
abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que
llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan,
le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si
vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más
vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”
Mateo 7:7-11
Cuando el Padre nos es revelado por Jesucristo, uno de los
efectos en nuestra alma, es decir, en nuestros pensamientos, sentimientos y
voluntad, es la confianza, libertad y seguridad para pedirle a nuestro Papá,
así como cuando éramos niños y todo se lo pedíamos a nuestros papás, pues
entendíamos que eran ellos nuestros proveedores de todo. Es precisamente tener
la seguridad de que si algo pedimos se nos responderá, no siempre recibiendo lo
que pedimos, pero sí teniendo una respuesta a nuestra necesidad o inquietud.
Tener la revelación de un Padre Celestial, es tener la
seguridad de que nunca estamos o estaremos solos ni desamparados, tal como lo
expresa Salmos 27:10 diciendo “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, Con todo,
Jehová me recogerá.” Es recibir para nuestra vida, como un ancla firme y
segura, aquella promesa declarada en el Salmo 121, donde se nos dice que el
Señor nos guardará de día y de noche, que es Él, nuestro socorro, nuestra
sombra y nuestro guardador, que así mismo Él guardará nuestra alma, nos
guardará de todo mal y guardará nuestra salida y nuestra entrada por siempre.
Hermanos, cuando vemos y conocemos al Hijo, nos es revelado
el Padre; esta es una relación que solo por Jesucristo se nos puede conceder.
Por ello, nuestra diligencia y esmero diario, ha de ser permanecer en el Hijo,
pues cuando por el Espíritu percibamos la presencia permanente de Cristo en
nosotros, el cielo se abrirá y recibiremos todo el amor con que el Padre ama a
su Hijo, por cuanto en nosotros, Él lo ve. Colosenses 3:11 dice “donde no hay
griego ni judío, circuncisión ni incircunciso, bárbaro ni escita, siervo ni
libre, sino que Cristo es el todo, y en todos.” Y Jesús en Juan 17:26 declara
“Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor
con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.” Oración.
«Padre, sé que tu amor, la gracia de tu Hijo y la comunión de
tu Espíritu, me permiten hoy y todos los días conocer y experimentar cada
regalo y cada promesa que en tu Palabra nos has dejado; te alabamos y
bendecimos en tu Hijo y la comunión de tu Espíritu, amén.