Adoremos a Dios
“Tú solo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los cielos de
los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los
mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y los
ejércitos de los cielos te adoran”. Nehemías 9:6
En tiempos de Nehemías la restauración no solo se limitó a
los muros físicos y la reconstrucción de la ciudad de Jerusalén, sino que se
levantó un avivamiento cuando el pueblo restauró su condición espiritual y se
acercó a Dios y a su Palabra, confesando sus iniquidades y clamando en voz alta
a Jehová su Dios, adorándolo de corazón, Nehemías 9:4-5
Una profunda adoración a Dios comienza cuando confesamos
nuestros pecados y reconocemos que hemos transgredido sus mandamientos. Si su
Majestad suprema es reconocida por toda su creación, nosotros sus hijos, aún
más debemos reverenciarlo reconociendo que Él gobierna, sobre todo.
Nehemías 9:3 dice: “Y puestos de pie en su lugar, leyeron el
libro de la ley de Jehová su Dios la cuarta parte del día, y la cuarta parte
confesaron sus pecados y adoraron a Jehová su Dios”. La restauración espiritual
empieza cuando anhelamos la Palabra de Dios, ella es viva y eficaz, y llega a
lo más profundo de nuestro ser y discierne nuestros corazones y nuestras
mentes, para que reconozcamos cuanto le hemos fallado a Dios y nos volvamos a
Él en arrepentimiento, entonces nuestro corazón es cambiado en un corazón
adorador.
Esa confesión genuina debe llevarnos a apreciar quién es
Dios, porque desde el principio de la creación Él se ha revelado a sí mismo
como el único digno de toda exaltación y alabanza. Sólo Él es Dios. El Dios
justo ha creado y preservado el mundo, y los ejércitos celestiales lo adoran.
Demostró que es justo al cumplir su Palabra, entonces podemos
enumerar todas sus misericordias y favores; y conocer los pensamientos que
tiene hacia nosotros, pensamientos de paz y no de mal, para darnos un futuro y
una esperanza, Jeremías 29:11. Su bondad paterna nos ha favorecido, porque al
darnos a su Hijo en propiciación por nuestros pecados nos ha dado nueva vida y
un destino eterno.
Unámonos hoy a la adoración celestial y de toda su creación
diciendo: “Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del
Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios
Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. ¿Quién no
te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues sólo tú eres santo; por lo
cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han
manifestado… diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora
de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar
y las fuentes de las aguas”, Apocalipsis 15:3-4; Apocalipsis 14:7
El cántico de Moisés que fue un canto de redención cuando
atravesaron el mar Rojo es ahora el cántico del Cordero, una celebración de la
soberanía y el poder de Dios. Oración.
«Amado Dios, ¡que seas alabado y glorificado siempre! Y todo
lo creado se someta a tu soberanía. Hoy te pido que mi corazón se rinda a ti en
adoración, reconociendo tu señorío sobre mí, solo tú tienes el control de todo,
solo tú eres digno de exaltación y de alabanza, amén.