1 Juan 1.5-9 Nuestra
lucha con la culpa
Para algunos, la culpa es un compañero constante. Viven bajo
el peso de los errores pasados y del temor a las faltas futuras.
No todo sentimiento de culpa se basa en la realidad, pero
cuando es por violar las leyes de Dios es legítimo; cuando transgredimos, el
Espíritu Santo señala lo que está mal y la manera en que debemos corregirlo.
Luego, como respuesta a nuestra confesión, Dios nos ofrece siempre el perdón y
la purificación de la culpa (Sal 32.5).
¿De dónde surge la falsa culpabilidad? Hay varias respuestas.
Primero, Satanás la usa para acosar a los creyentes. Por medio de mentiras y
acusaciones, trata de sustituir la paz interior por el malestar, y la alegría
por el desánimo.
Otra fuente de culpa es el legalismo. La Biblia dice cómo
debemos vivir, pero algunos cristianos e iglesias imponen más reglas, y no
cumplir con las regulaciones humanas puede producir vergüenza. Las experiencias
de la niñez pueden también ocasionar sentimiento de culpa. Ya sean que broten
de las secuelas de hechos traumáticos, o del sentimiento de no haber cumplido
con las expectativas de nuestros padres, un simple recuerdo puede hacer que nos
juzguemos rigurosamente. Vivir bajo la crítica severa puede, también, tener
este efecto, así como las tendencias perfeccionistas que nos dicen que siempre
podemos “hacer más” y “hacerlo mejor”.
El legalismo, las experiencias dolorosas de la niñez, el
perfeccionismo y los comentarios hirientes son terreno fértil para el
sentimiento de culpa. Si usted lucha con la autocondenación, asegúrese de
verificar la legitimidad de la fuente.