sábado, 28 de agosto de 2021

El trigo y la cizaña

 


El trigo y la cizaña

“Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? Él les dijo: No, no sea que, al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”. Mateo 13:24- 30

La buena semilla es sembrada por Jesús y el campo es el mundo, el trigo representa a los hijos de Dios y la cizaña a los hijos del maligno, que también ha hecho su obra sembrando la mala semilla. Habrá una cosecha al final de los tiempos, dice que de la manera como se recogerá la cizaña para echarla en el fuego, nuestro amado Señor mandará a sus ángeles a recoger el trigo, a los hijos de Dios, que resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre.

Al principio de la germinación de las semillas, la cizaña se parece mucho al trigo que a veces es imposible distinguirlos, pero después de un tiempo se comienzan a notar las diferencias, por eso hay que dejarlos crecer al mismo tiempo hasta la siega. El grano de la cizaña es ligeramente venenoso y de otro color, hay que separarlo en el momento en que se hace la trilla.

Se puede decir que esta es una de las enseñanzas más prácticas que Jesús contó, recordando que siempre hay un poder hostil en este mundo esperando destruir la buena semilla. Sabemos que esto se refiere a las influencias que actúan en nuestra vida; unas nos ayudan a florecer y producir buen fruto, como lo es la palabra de Dios; y otras, las del mundo, nos engañan con sus deseos, placeres y vanagloria, y tratan de destruir la obra de Dios en nosotros. También enseña lo difícil que es distinguir entre los que son del reino de Dios y los que no, porque el mal se disfraza de bondad muchas veces y nos confunde. Podemos caer en juicios apresurados y arrancar lo malo con lo bueno, por lo que hay que esperar hasta el final, ya que cada persona será juzgada no por una sola acción, sino por toda su vida. Nos enseña que el juicio llegará irremisiblemente y que el único que tiene derecho a juzgar es Dios y no nosotros.

Esta parábola nos enseña que los creyentes y los incrédulos vivimos juntos en esta tierra, quizá con muchas características parecidas como el trigo y la cizaña, que pasan por las mismas experiencias, sol, calor, lluvia, frío, sequía, entre otras; en palabras actuales, serían situaciones comunes como las que estamos viviendo hoy, pandemia, crisis económicas, problemas familiares, enfermedades, fracasos, porque ninguno está exento de eso. Jesús no nos prometió una vida sin aflicción, pero sí nos aseguró gracia suficiente para soportar las adversidades en este mundo. Recordemos lo que dice 2 Corintios 12:9 “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. La gran diferencia es que en los que creemos reposa el poder de Cristo para vivir en victoria, por la presencia del Espíritu Santo.

La intención de Jesús nunca fue separar a sus seguidores del mundo, porque es aquí donde nos necesita para que seamos testimonio a los incrédulos de su amor y su gracia. No estamos comprometidos ni identificados con el mundo sino con Él y por eso oró por todos nosotros para que fuéramos guardados del mal en Juan 17:15 “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal”. Nuestra labor entonces es influenciar a las personas con el mensaje de Jesús y atraerlos a Él. Ahora, como iglesia estamos encargados de sembrar la buena semilla.   Oración.

«Señor, estoy en este mundo, aunque ya no pertenezco a él, me has dejado con el propósito de sembrar la buena semilla para que muchos se conviertan y vuelvan su mirada a ti. Ayúdame a ser testimonio en medio del caos y confusión en el que vivo, siendo luz para los que me rodean, sin juzgar a ninguno porque Tú eres el que conoce los corazones, juzgas rectamente y sabes quienes son trigo o cizaña. En el nombre de Jesús, Amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.