miércoles, 2 de abril de 2014

No devuelva el golpe

No devuelva el golpe

Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
Isaías 53:7

Jesús muestra una humilde actitud ante quienes lo atormentan: "cuando le maldecían, no respondía con maldición" (1 P. 2:23). A pesar de la provocación constante, Jesús no dijo nada malo porque no había pecado alguno en su corazón.

Sin embargo, ante semejante provocación, nuestra reacción sería más como la del apóstol Pablo. Cuando estaba en el juicio ante el sanedrín, el sumo sacerdote Ananías ordenó que se le golpeara en la boca. Su inmediata respuesta a Ananías fue: "¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada!" (Hch. 23:3). Pablo tuvo que disculparse de inmediato; tal exclamación contra un sumo sacerdote era contraria a la ley (vv. 4-5; cp. Éx. 22:28).

Pablo no era perfecto. Él no es nuestro modelo de justicia. Solo Cristo es un modelo perfecto de cómo afrontar la injuria de los enemigos.

Siguiendo el ejemplo de nuestro Maestro, nunca debemos maltratar a quienes nos maltratan.   No amenace

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Lucas 23:34

Jesús "no amenazaba" a pesar de un increíble sufrimiento (1 P. 2:23). Lo escupieron, le tiraron de la barba, le pusieron en la cabeza una corona de espinas y atravesaron con clavos su carne para asegurar su cuerpo a una cruz. En cualquier otra persona, semejante tratamiento injusto habría provocado sentimientos de venganza, pero no en Cristo. Él era el Hijo de Dios, Creador y Sustentador del universo, santo e inmaculado, con el poder de enviar a quienes lo atormentaban al fuego eterno.

Pero Jesús nunca amenazó a sus verdugos con juicio inminente; más bien los perdonó. Cristo murió por los pecadores, incluso por quienes lo perseguían. Sabía que la gloria de la salvación podía alcanzarse solamente por la senda del sufrimiento, de modo que aceptó su sufrimiento sin amargura, sin enojo y sin espíritu de venganza. Que pueda reaccionar usted de igual modo ante su propio sufrimiento.