El Dios de toda gracia
“Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna
en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os
perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.” 1 Pedro 5:10
Desde el momento en que somos adoptados hijos de Dios, es
decir, desde que creímos en Jesús y lo recibimos como nuestro Señor y Salvador
personal, dice la Palabra de Dios en Filipenses 1:6 que Dios comienza una buena
obra en cada uno de nosotros que perfeccionará hasta nuestro encuentro con
Jesucristo. Buena obra que claramente no es gracias a que seamos buenos,
perfectos o merecedores de ello, sino que es por la gracia de Dios que nos ha
sido dada en Jesucristo (1 Corintios 1:4).
De manera que, según el beneplácito de la voluntad de Dios,
esta buena obra en cada hijo adoptivo suyo tiene la forma y la particularidad
que Él desee. De este modo, vemos que la Palabra de Dios en 1 Pedro 5:10
hablando de “el Dios de toda gracia” menciona el sufrimiento o padecimiento
como medio de formación del carácter personal, pues dice, “después que hayáis
padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y
establezca.”
Es un hecho que Dios quiere que ya no seamos los mismos que
éramos antes de conocerlo a Él por medio de su Hijo Jesucristo, sino que quiere
que vivamos y nos comportemos como lo que ahora somos, sus amados hijos, y es
por ello entonces que, según su buena voluntad y sus buenos, justos y puros
pensamientos, hace uso, como dice su Palabra, de una disciplina en amor para
que por medio de ella crezcamos en santidad y seamos llenos de frutos de
justicia por medio de Jesucristo (Hebreos 12:6,10-11).
Así que, amado hermano, el llamado de Dios es para que no
desmayemos ni nos desanimemos cuando estemos padeciendo o siendo azotados por
nuestro Padre Dios, sino que hemos de entender que es su inagotable gracia la
que está haciendo su buena obra en nosotros, moldeándonos y preparándonos para
esa gloria eterna a la que hemos sido llamados en Jesucristo (1 Pedro 5:10). Oración.
«Padre de amor, perdón por las veces que no he sido lo
necesariamente humilde para reconocer y aceptar tu voluntad cuando estoy
pasando por momentos de dificultad, pero gracias porque a pesar de ello, tu
gracia para mí que es en Jesucristo, me sostiene y cumple esa buena obra que de
antemano has preparado, haciendo que yo sea perfeccionado, afirmado,
fortalecido y establecido, por tu Hijo Jesucristo, y su Espíritu, amén.