sábado, 21 de agosto de 2021

No caigamos en vanas discusiones

 


No caigamos en vanas discusiones

“Recuérdales esto, exhortándoles delante del Señor a que no contiendan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha, sino que es para perdición de los oyentes. Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad. Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad”. 2 Timoteo 2:14-16

¿Para qué discutimos? Cuando contiendo con otras personas sobre palabras, temas y asuntos que nos llevan a la discordia y al enojo, la biblia dice que de nada aprovecha y si queremos llevar a otros a Cristo en vez de acercarlos a Él, los estamos alejando. Qué gran responsabilidad descansa sobre nuestros hombros, porque como creyentes debemos usar bien la Palabra de Dios y estar siempre preparados para presentar defensa de nuestra fe con mansedumbre. Se nos aconseja en 1 Pedro 3:15 “sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”.

Nuestra actitud entonces debe ser de santidad y humildad. Se nos dan tres consejos: primero, “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse”, en otras palabras, seamos celosos o diligentes para presentarnos a nosotros mismos diferentes delante de Dios, porque nos hemos conducido correctamente y crecido en el conocimiento de su palabra y en nuestro testimonio de vida. Segundo, “que usa bien la palabra de verdad”, indica que debemos hacer camino derecho para la palabra, sin desviarnos ni a izquierda ni a derecha, no enseñando otra doctrina diferente a la que el Espíritu Santo nos ha dado, discerniendo correctamente la verdad y captando su sentido. Y tercero, “evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad”; las disputas de palabras destruyen las cosas de Dios, por eso debemos tomar consciencia de nuestro deber cristiano, ser vasos santos que se llenen de la plenitud de Dios para poder compartir sabiamente y con amor de Cristo.

La única manera de “santificar a Dios” es que se entronice en nuestros corazones. Como morada de su Espíritu debemos estar siempre listos para dar razón de nuestra fe en Cristo con humildad, no con arrogancia, sino con reverencia, con respeto a las personas y en el temor de Dios. Busquemos tener buena conciencia sin ser ofensivos al presentar nuestra fe a otros, nuestra conducta debe invitarlos a honrar y glorificar a Dios.

Si queremos ser obreros de Dios aprobados, debemos leer, estudiar y aprender la palabra de Dios, que es la única fuente de sabiduría, conocimiento y comprensión de las verdades supremas, que libertan, enriquecen a los que la buscan y es el más poderoso freno para el pecado, como nos recuerda el salmo 119:11 “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”. La palabra de Dios debe ser nuestra espada lista a la hora de hablar de Cristo y el arma más efectiva en nuestras batallas espirituales. ¿Estamos preparados para decirle a otros lo que Cristo ha hecho por todos en la cruz, con humildad, mansedumbre y santidad?    Oración.

«Señor Jesús, Tú eres el mejor ejemplo de mansedumbre, me invitas a que aprenda de ti que eres manso y humilde de corazón como la única manera de compartir mi fe a otros, para que se acerquen a ti y encuentren descanso para sus almas, se reconcilien con Dios Padre y sean encaminados a la gloria eterna. No permitas que entre en discusiones sin sentido, que me alejen de la piedad y aparten a las personas de ti. No quiero ser piedra de tropiezo. En Cristo Jesús, Amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.