lunes, 14 de octubre de 2013

Lecciones sobre imposibilidades

Lecciones sobre imposibilidades

JUAN 6.1-14

La Biblia es un tesoro por muchas razones, y una de ellas es que es muy práctica. Sus relatos y preceptos son tan aplicables hoy como lo eran en el tiempo de Jesús. Todos hemos experimentado momentos en los que nuestros problemas parecen no tener solución, y no sabemos qué hacer. Cuando eso sucede, necesitamos recordar que las situaciones imposibles son oportunidades para que el Señor nos enseñe lecciones valiosas que nunca aprenderíamos de otra manera.

La supremacía de Dios es superior a los recursos humanos. Cuando Jesús preguntó. “¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?” (v. 5), Felipe reconoció de inmediato su propia insuficiencia. Aunque Cristo supo todo el tiempo lo que iba a hacer, estaba enseñando a sus discípulos que el plan perfecto y el poder para implementarlo provienen solo de Dios, no de las soluciones y los recursos humanos.

El Señor exige a menudo nuestra participación. Aunque Cristo pudo haber creado comida con su sola palabra, optó por utilizar personas para lograr su propósito. Andrés se puso a buscar comida, un muchacho le dio su pequeño almuerzo, y los discípulos organizaron a la multitud y distribuyeron la comida que Jesús les pasó. Cada paso requería confianza y obediencia, especialmente porque el método de Cristo parecía tan ilógico.

Dios sabe cómo resolver nuestros problemas, pero Él puede optar por exigir su cooperación, pidiéndole incluso que haga algo que no parezca razonable. Cada vez que damos un paso de obediencia, el Señor hace cosas grandes en nosotros y por medio de nosotros.             La actividad de Dios

SALMO 66

Las huellas del Señor pueden detectarse a lo largo de la historia. A veces, su actividad es dramáticamente evidente, como cuando separó las aguas del mar Rojo, pero en otras ocasiones ella nos resulta imperceptible. Sin embargo, hay bendiciones para quienes desarrollan el discernimiento espiritual para ver lo que Dios está haciendo.

Las ideas preconcebidas acerca de cómo trabaja el Señor, pueden impedirnos percibir su obra. Cuando Él responde nuestras oraciones, nos regocijamos y reconocemos fácilmente su intervención en favor nuestro. Pero, ¿qué pasa cuando no nos da lo que pedimos? Con demasiada frecuencia llegamos a la conclusión de que Él no está haciendo nada. El salmista reconoció que el Señor obra de varias maneras, a veces dando una gran liberación (vv. 5, 6) y, otras, por medio de situaciones dolorosas (vv. 10–12).

Otro problema que puede impedir que veamos la mano de Dios en nuestras vidas, es la falta de atención. Las exigencias de un estilo de vida agitado claman por nuestro tiempo y concentración, dejando poco espacio para momentos de quietud en su presencia. Sin períodos de meditación y oración, nuestros sentidos espirituales se embotan. Pero quienes leen la Biblia con regularidad aprenderán a reconocer la actividad de Dios en sus vidas, porque Él actúa siempre de acuerdo con su Palabra.

Los ojos enfocados en el Señor se abren a una nueva perspectiva. Su fe crecerá al comenzar a discernir la actividad de Dios en su vida. El gozo y la emoción de ver su participación en las cosas grandes y pequeñas, le motivará a alabarle y darle gracias, incluso en los momentos difíciles.