lunes, 11 de julio de 2022

A donde Dios te lleve, ve

 

A donde Dios te lleve, ve


«Entonces se levantaron los jefes de las casas paternas de Judá y de Benjamín, y los sacerdotes y levitas, todos aquellos cuyo espíritu despertó Dios para subir a edificar la casa de Jehová, la cual está en Jerusalén.», Esdras 1:5

El contexto de estos israelitas que subieron a Jerusalén no era nada alentador, habían estado por casi siete décadas cautivas en Babilonia bajo la dinastía caldea sin poder adorar a Dios en su templo, ni cumplir con sus ordenanzas, después de este periodo de tiempo el rey Ciro de Persia conquistó a Babilonia y en su primer año de reinado fue “despertado” su corazón por Dios para que decretara el regreso de los cautivos y la reedificación del templo de Dios en Jerusalén.

Como es de esperarse muchos de estos hombres debieron sentirse tentados a quedarse: ya estaban establecidos y habían echado raíces en esta tierra lejana, el viaje era largo y pesado para sus hijos pequeños y para sus mujeres, y por si fuera poco Jerusalén estaba completamente en ruinas y los enemigos los asechaban por todos lados ¿qué harían allí? Sin embargo, el mismo Dios que despertó al rey Ciro, los despertaría a ellos también para subir y edificar su casa, en otras palabras, para cumplir un propósito que trascendía los límites de lo eterno: reedificarían el centro de la adoración al único Dios vivo y verdadero. Estos hombres vencieron sus temores, dispusieron sus vidas para servir al Señor y lo lograron.

Disponer nuestras vidas para servir al Señor implicará muchas veces hacer cosas sin sentido o ir a lugares inciertos a donde Él nos quiera llevar. La garantía para tener éxito en todos estos iré y venir la guía y dirección del Espíritu Santo, de allí la importancia de vivir en comunión y amistad diaria con Dios. ¿He dispuesto mi vida para el servicio de Dios? ¿Puedo escuchar la voz del Espíritu Santo cuando me habla?   Oración.

«Señor Jesucristo, siempre que he hecho tu voluntad y me he dejado guiar por tu Espíritu, tu presencia ha ido conmigo y nunca me has dejado. Una vez más y sin importar lo incierto del camino te pido que tu Espíritu lo ilumine y me guíe a donde tú quieras que yo vaya. Amén.    Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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