sábado, 18 de marzo de 2017

. (Efesios 4:17)





 
Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente. (Efesios 4:17)


En los primeros versículos del capítulo cuatro de Efesios, el apóstol ha estado refiriéndose a la naturaleza de la iglesia y el papel que tiene que representar cada cristiano respecto a su funcionamiento y crecimiento. Pero ahora, al llegar al versículo 17, se vuelve hacia el cristiano en relación al mundo incrédulo. Aunque este relato fue escrito hace casi dos mil años, es imposible leerlo reflexivamente sin darnos cuenta de que el mundo hoy es exactamente lo mismo y la reacción del cristiano frente a él debe de ser la misma.

Él nos dice: “Vosotros (los cristianos) no podéis seguir viviendo como lo hacen los gentiles, en cuanto a lo vano de su manera de pensar”. Pablo está diciendo: “El lugar en el que empezar a vivir como un cristiano es reconocer que es preciso que piense usted de una manera diferente a como lo hace el mundo”. No comienza con acciones, sino con lo que se refiere a la vida del pensamiento, con la mente, declarando que la manera de pensar del mundo es vacía. Esta es la apelación vital que hace a los cristianos: “Vosotros no debéis de pensar igual que lo hacen las personas mundanas; no debéis de adoptar la filosofía del mundo respecto a la manera de vivir ni seguir el sistema de valores del mundo”. ¿Por qué? “Porque la persona mundana”, sigue diciendo, “vive de una manera vana, con una mente vacía”.

La palabra vanidad significa “falto de propósito o de lo que es apropiado”, además de insubstancial. Si esto es verdad, puede usted darse cuenta de por qué existe semejante división fundamental entre el cristianismo y el mundo, y por qué el Señor Jesús marcó una línea distintiva de demarcación entre el mundo y el cristiano en lo que se refiere a la manera de pensar, la dirección y el destino. Es por ello que las Escrituras nos dicen que el cristiano no puede amar al mundo y al Padre al mismo tiempo (1 Juan 2:15). Existe una diferencia fundamental entre los dos, y es debido a ello que “la amistad del mundo”, según palabras de Santiago, “es enemistad contra Dios” (Santiago 4:4).

Las personas caídas se precian de su habilidad para razonar. Consideramos esto la más elevada función de la humanidad, y nos sentimos muy orgullosos de la capacidad humana para descubrir conocimientos y para reunir varios detalles del conocimiento con el fin de producir diferentes cosas prácticas. Nos referimos con orgullo a la perfección tecnológica de nuestros desarrollos modernos, a los conocimientos mediante los cuales la ciencia ha aprovechado las fuerzas de la naturaleza para ponerlas al servicio de la humanidad. Los humanos ensalzan su razón, pero a los ojos de Dios el razonamiento humano resulta vacío y vano.

Pero fíjese usted cómo el apóstol hace que los cristianos se encuentren cara a cara con un tema fundamental. Una de dos: o Dios tiene la razón o la tiene el mundo; no pueden tenerla los dos. Es preciso que los cristianos escojan sobre qué base van a vivir sus vidas. Aquellos que decidan seguir a Cristo deberán estar dispuestos a cambiar su manera de pensar. Cuando se convierte usted en cristiano, este es el primer concepto con el que se enfrenta. Debe estar dispuesto a cambiar toda su perspectiva fundamental para que sea drásticamente alterada. El cristianismo no es sencillamente un cambio en las acciones exteriores, ni alcanzar un nivel moral o ético un poco más elevado. El cristianismo es un cambio revolucionario de gobierno que produce como resultado el cambio radical del comportamiento.

Señor, cambia mi manera de pensar, porque el crecimiento y el cambio comienzan ahí. Enséñame a pensar no de acuerdo con mis propios instintos humanos, sino con la verdad tal y como la revela Tu Palabra.




Aplicación a la vida

El mundo se enorgullece en lo que se refiere a incrementar sus conocimientos aparte de Dios. Puesto que el razonamiento humano aparte de Dios es vacío y vano, ¿necesitamos nosotros cambiar nuestra perspectiva respecto a la vida?