martes, 27 de octubre de 2020

El fuego que nos impulsa a seguir

 


El fuego que nos impulsa a seguir

“dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude”. Jeremías 20:9

“¿A quién hablaré y amonestaré, para que oigan? He aquí que sus oídos son incircuncisos, y no pueden escuchar; he aquí que la palabra de Jehová les es cosa vergonzosa, no la aman”. Jeremías 6:10

“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás”.Salmos 139:7-8

En este lamento Jeremías expresa una profunda angustia por que ha sido perseguido por causa del mensaje de Dios, su oficio como profeta no le trajo sino burlas y abusos; y a pesar del deseo de no proclamar más el mensaje, no puede detenerse. Se encuentra atrapado entre el llamamiento divino y el rechazo de su pueblo y amigos. Pero en medio de esa frustración y desesperanza por lo que está viviendo exclama en Jeremías 20:7 “Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí”. Reconocía la influencia del Espíritu de Dios en él y por eso proclamó con fidelidad su Palabra aunque no recibió nada a cambio más que persecución y dolor. Aun cuando se abstuvo de proclamar la Palabra de Dios por un tiempo, esta se volvió como fuego en sus huesos hasta que ya no pudo contenerla más.

Pablo lo dijo así: “Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio! Por lo cual, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido encomendada” (1Corintios 9:16-17). Pablo sentía la obligación moral de predicar el evangelio, debido a que dependía completamente de Cristo por amor. Predicar fue su don y llamado y no podía dejar de hacerlo, estaba dependiendo absolutamente de la voluntad de Dios.

Esto nos puede suceder cuando nos encontramos desanimados en nuestra vida cristiana y deseamos no haber empezado nunca; es cuando debemos recordar que la gracia poderosa de Dios es la que nos sostiene en medio de la desesperación, los problemas y el deseo de rendirnos. Solo en su presencia encontraremos el consuelo, protección divina y la motivación para seguir en el propósito de Dios.

Dejemos que el mensaje de Dios quebrante nuestro propio corazón.  Oración.

«Señor, hay en mi corazón un fuego ardiente que no permite que me rinda, es la presencia de tu Santo Espíritu que mora en mi interior como fuego consumidor. No dejes que abandone tu llamado divino a pesar del rechazo de los que me rodean, tu fuego en mí es más poderoso que cualquier dificultad y no puedo resistirme al poder de tu presencia, no puedo escapar de ti, tu palabra ha sido mi sustento y no puedo olvidarla, por el contrario, tengo que proclamarla con el poder de tu Espíritu. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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