lunes, 30 de mayo de 2022

La eternidad de Dios y la fragilidad humana

 

La eternidad de Dios y la fragilidad humana


“Los arrebatas como con torrente de aguas; son como sueño, como la hierba que crece en la mañana. En la mañana florece y crece; a la tarde es cortada, y se seca”. Salmo 90:5-6.

“Porque todos nuestros días declinan a causa de tu ira; acabamos nuestros años como un pensamiento. Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos. ¿Quién conoce el poder de tu ira, y tu indignación según que debes ser temido? Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”. Salmo 90:9-12.

En esta porción de este salmo se muestra la infinitud de Dios comparada con la brevedad de la vida humana, la verdad es que nuestra vida es quebrantada hasta que vuelve al polvo, como dice Génesis 3:19 “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”. La naturaleza pecadora del hombre es lo que explica la finitud de la vida. Si la vida de alguien se prolonga significa más molestia y trabajo, por eso deberíamos responder a Dios por todos nuestros actos y ser más sabios para vivir, sin malgastar nuestros días con frivolidades en lugar de cultivar lo eterno.

Deuteronomio 33: 27a, nos recuerda que Dios es eterno, dice: “El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos”, haciendo un énfasis en la eternidad de Dios y como la mente humana no alcanza esa trascendencia ilimitada tanto en el tiempo, poder y espacio. Ese es nuestro Dios que ha sido fiel a nosotros y nuestro refugio.

En contraste con el poder de Dios el hombre es como un granito de arena y asimismo en cuanto a su durabilidad, pero está tan ensimismado con los afanes del mundo que no se da cuenta lo pasajero que es; si fuera así, tendría una perspectiva más amplia de la vida y cambiaría sus valores, su forma de pensar y actuar. Dios es soberano y nuestros tiempos están en su mano, por eso, la comparación del hombre con la hierba que se corta y se seca es una ilustración de lo transitorio de la vida, esto debería hacer que la humanidad se dirigiera al temor de Dios.

Pero, realmente muy pocos hemos aprendido a “contar nuestros días” y darnos cuenta de lo efímera que es la vida. La ciencia ha podido medir la distancia del sol, con la luna y las estrellas, y la cantidad exacta de tiempo para que su luz llegue a ellas, pero muchos no han aprendido a contar sus propios días. Sólo Dios nos da la sabiduría para contar, evaluar y juzgar nuestra vida y hacernos entender lo que dice Efesios 5:16 “aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”.

El mejor tiempo invertido es conocer, amar y servir a Dios, porque estamos haciendo tesoros para lo eterno, por eso el consejo es andar sabiamente. Nuestro refugio eterno está en Dios, cuando somos partícipes de su naturaleza divina al creer en Él y andar en su temor. Jesús lo expresó de esta manera en Juan 17:3 “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.   Oración.

«Gracias Señor Jesucristo por haberte encarnado para vivir en esta tierra y darme vida eterna a través de tu obra redentora, me liberaste del pecado y de la muerte, me has dado vida eterna y salvación. Ayúdame a vivir con sabiduría el tiempo que tienes destinado para mí en esta tierra, amándote, sirviéndote y compartiendo que hay una eternidad junto a ti, llevando esperanza a los que no la tienen. En Cristo Jesús. Amén.    Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.