sábado, 17 de octubre de 2020

Una firme ancla de esperanza

 


Una firme ancla de esperanza

“para que, por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”. Hebreos 6:18-20

“Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad”. Colosenses 2:9-10

A veces el vacío del corazón es una característica de un mundo sin Dios. Los hombres buscan llenar ese vacío interno con cosas superficiales. Bien decía San Agustín: “Señor, nuestros corazones estarán inquietos hasta que se aquieten en ti” y el Salmista dice: “Sólo en Dios halla descanso mi alma, de él viene mi esperanza” Salmo 62:1 (NVI).

Dios confirmó con juramento la promesa de que todos los descendientes de Abraham serían benditos; esta promesa alcanza a la iglesia cristiana porque se hizo realidad en Jesucristo. Abraham jamás perdió la esperanza, ni la confianza en la promesa de Dios. En la antigüedad, el ancla era un símbolo de esperanza.

El autor de Hebreos nos dice que el cristiano tiene la mejor ancla y esperanza del mundo, Jesucristo, quien entró más allá del velo al lugar santísimo como sumo sacerdote, abriendo el camino para todos los hombres. Entró como precursor, en griego “prodomos”, que significa un pionero que se adelanta para ver si el terreno es seguro. Jesús entró en la presencia de Dios para que todos pudiéramos seguirlo a salvo, abrió ese camino con su sacrificio en la cruz una vez y para siempre y fue acepto por el Padre. Ahora Dios es amigo de todos por medio de Cristo y podemos gozar de su Plenitud y de todas las promesas eternas, aun mientras estamos aquí sin haberlas recibido.

La ascensión de Cristo fue nuestra promoción al cielo, su Palabra nos dice que estamos juntamente sentados con Él en los lugares celestiales, como dice Efesios 2:6. Si sentimos que algo nos falta recordemos que Pablo dijo: “que estamos completos mediante la unión con Cristo”. Dios está presente en nuestros corazones y tenemos el poder del Espíritu de Cristo dentro de nosotros y eso es lo que nos hace completos. Jesús ha ido al santuario celestial y se ha sentado, ha terminado su obra de redención y nos ha hecho libres de pecado y condenación, su sangre preciosa fue suficiente para darnos todo.  Oración.

«Señor, tú eres mi ancla segura, donde puedo estar firme, eres mi sumo sacerdote que entraste con antelación al lugar santísimo para abrirme el camino a la presencia del Padre; con tu sacrificio y muerte en la cruz, tu resurrección y ascensión, me diste la entrada a los lugares celestiales. Ahora mi vida está escondida en ti mi Señor, quiero poner mis ojos en las cosas eternas y vivir siempre en la plenitud de tu Espíritu. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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