Las
bendiciones eternas
“Ahora pues,
Jehová Dios, confirma para siempre la palabra que has hablado sobre tu siervo y
sobre su casa, y haz conforme a lo que has dicho. Que sea engrandecido tu
nombre para siempre, y se diga: Jehová de los ejércitos es Dios sobre Israel; y
que la casa de tu siervo David sea firme delante de ti. Porque tú, Jehová de
los ejércitos, Dios de Israel, revelaste al oído de tu siervo, diciendo: Yo te
edificaré casa. Por esto tu siervo ha hallado en su corazón valor para hacer
delante de ti esta súplica”. 2 Samuel 7:25-27
“Ahora pues,
Jehová Dios, tú eres Dios, y tus palabras son verdad, y tú has prometido este
bien a tu siervo. Ten ahora a bien bendecir la casa de tu siervo, para que
permanezca perpetuamente delante de ti, porque tú, Jehová Dios, lo has dicho, y
con tu bendición será bendita la casa de tu siervo para siempre”. 2 Samuel
7:28-29
Las promesas
de Dios son inmutables y sus bendiciones eternas, por eso debemos apropiarnos
de ellas tal como David lo hizo. Somos sus siervos y también, reyes y
sacerdotes escogidos para Él. Dios es Soberano y tiene el timón de nuestras
vidas en sus manos; por eso al conocer a Jesucristo hemos entrado en el reposo
de su presencia, que es la máxima expresión de la vida bendecida por Dios. Por
eso la promesa de 2 Samuel 7:28-29, es para nosotros.
Le debemos
todo a Dios, y quizás creemos que no somos nada en este mundo, pero para Dios
sí, y ha prometido que somos herederos de la promesa que le dio a Abraham, que
seríamos bendecidos, como dice Romanos 4:16 “Por tanto, es por fe, para que sea
por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no
solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de
Abraham, el cual es padre de todos nosotros”.
Dios
estableció un pacto de trascendencia eterna con David, esta promesa de Dios,
aplicada a todos los creyentes, es una realidad dentro del nuevo pacto con
Jesucristo. La seguridad de la salvación del creyente está basada en el pacto
eterno que Dios ha hecho con cada creyente mediante el sacrificio de Jesucristo
y con su reinado a través del Mesías, por eso en Jesucristo encontramos la
culminación del cumplimiento de la promesa hecha a David.
En Cristo
vemos la relación filial entre Padre e Hijo que heredamos, Él es nuestro Padre
al hacernos sus hijos a través de Jesucristo, tenemos el eterno reinado de Dios
y su Plenitud habitando en los hombres, no en un templo hecho de manos, sino Él
morando en cada creyente por medio de su Santo Espíritu.
Reconozcamos
entonces esa gracia inmerecida de Dios y digamos: ¿Quiénes somos para que hayas
tenido misericordia de nosotros? Por eso, enséñanos a andar en tus caminos y a
servirte con fidelidad. Oración.
«Señor, hoy
reconozco tu soberanía absoluta sobre mí, gracias por tu relación de gracia
inmerecida para conmigo, me has adoptado como hijo y me has hecho partícipe de
todas tus promesas al habitar en mi corazón por medio de tu Santo Espíritu.
Gracias Señor por tu grandeza con la que has llenado mi vida, continúa
afirmando mi casa como lo has prometido. Amén.