lunes, 26 de octubre de 2015

Salmos. 66.V1-18

Salmos. 66.V1-18
66.5-7 El escritor recordaba la famosa historia cuando Dios rescató a los israelitas dividiendo en dos el Mar Rojo. Dios salvó a los israelitas entonces y sigue salvando a su pueblo en la actualidad.

66.10-12 De la misma manera en que el fuego refina la plata en el proceso de fundición, las pruebas refinan nuestro carácter. Nos proporcionan una sabiduría nueva y mucho más profunda para nuestra vida, ayudándonos a discernir la verdad de la falsedad y nos capacita con la disciplina necesaria para llevar a cabo lo que sabemos que es bueno. Sobre todo, estas pruebas nos ayudan a darnos cuenta de que la vida es un regalo de Dios que debe apreciarse, no un derecho que debe darse por concedido.

66.13-15 La gente a menudo hace pactos con Dios, diciendo: "Si me curas (o me liberas de este caos), te obedeceré por el resto de mi vida". Sin embargo, en cuanto se recupera, a menudo se olvida del voto y vuelve a surgir su viejo estilo de vida. Este escritor hizo una promesa a Dios, pero recordó la promesa y pagó su voto. Dios siempre cumple sus promesas y quiere que sigamos su ejemplo. Sea cuidadoso en cumplir lo que haya prometido.

66.18 Constantemente debemos confesar nuestros pecados debido a que seguimos haciendo el mal. Pero la confesión requiere que escuchemos a Dios y deseemos dejar de hacer lo que no le agrada. David confesó su pecado y oró: "Líbrame de los [errores] que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias" (19.12, 13). Si nos negamos a arrepentirnos, si abrigamos y acariciamos ciertos pecados, se levanta un muro entre nosotros y Dios. Quizás no podamos confesar todos los pecados que cometimos, pero nuestra actitud hacia la vida debe ser de confesión y obediencia.