lunes, 30 de agosto de 2021

Antorcha que arde y alumbra

 

Antorcha que arde y alumbra


“Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Otro es el que da testimonio acerca de mí, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero. Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad. Pero yo no recibo testimonio de hombre alguno; más digo esto, para que vosotros seáis salvos. Él era antorcha que ardía y alumbraba; y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz”. Juan 5:31-35

Uno de los temas que más menciona Juan en su evangelio es “el testimonio” y por eso destaca el elogio que da Jesús a Juan Bautista cuando lo compara con una antorcha que ardía e iluminaba. Juan tenía ardor porque su mensaje no era algo frío que venía de su intelecto, sino un mensaje ardiente de un corazón encendido por Dios. Juan tenía luz, su función era guiar a la gente al arrepentimiento y hacia el Señor. Y así como la lámpara se va agotando, porque al dar luz se consume a sí misma, Juan iba disminuyendo mientras Jesús iba aumentando. El verdadero testigo se consume por Dios y Juan lo sabía, por eso dijo en Juan 3:30 “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe”.

Haciendo este elogio, Jesús estaba acusando a los judíos porque estaban dispuestos a complacerse con Juan mientras él dijera lo que ellos esperaban, pero cuando no lo hizo lo rechazaron. Igualmente pasa con mucha gente que escucha la palabra de Dios, la acepta mientras esta no los confronte con sus errores.

Juan dio testimonio de la Verdad que era Jesús y solo buscaba que las personas se arrepintieran y se acercaran a Él. Jesús mismo era la luz, pero Juan prendió su lámpara a la luz de aquel que lo alumbraba todo.

Juan Bautista era un hombre de Dios con una misión: preparar el camino del Señor; pero fue menguando ante los ojos de todos para que Jesús fuera creciendo ante ellos. Y esto es precisamente lo que Dios espera de nosotros para que seamos verdaderas antorchas que alumbren este mundo, que mengüemos para que Él crezca y sea su luz la que ilumine a los hombres.

Hermosas palabras las de Jesús para Juan: “Él era antorcha que ardía y alumbraba”. Sería maravilloso que el Señor pudiera decir de nosotros lo mismo, porque deberíamos ser antorchas que no dejen de arder para que demos testimonio de su amor y su verdad. Mateo 5:14-16 dice “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.

¿Qué estamos haciendo para ser luz del mundo? Recordemos Filipenses 2:15 “para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo”. No solo deberíamos alumbrar, sino arder dejando ver la llama del evangelio en nosotros, esa luz que desvanece las tinieblas, que saca a flote el pecado y lleva al arrepentimiento.   Oración.

«Padre Eterno, gracias por sacarme de las tinieblas y trasladarme al reino de tu Amado Hijo. Ayúdame a entender mi misión en este mundo, la de ser antorcha que arda y alumbre la vida de otros; deseo ser esa luz que Tú dices que soy y aprovechar cada oportunidad que me das de testificar de ti. En el nombre de Jesús, Amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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