domingo, 8 de diciembre de 2024

Sirviendo a las mesas

 


Sirviendo a las mesas

“Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo.” Hechos 6:2-3

Servir a las mesas, que hoy en día lo podemos comparar con actividades sencillas de logística virtual o presencial en nuestra congregación, son quizás funciones que no llegamos a imaginar que pueden impactar o transformar nuestra vida, como por ejemplo lo vemos en el caso del discípulo Esteban. La Palabra de Dios dice que los apóstoles en la necesidad de buscar quién les ayudara con este servicio, por cuanto la cantidad de creyentes crecía cada día más, y no era justo que ellos dejaran la predicación de la Palabra, ordenaron buscar de entre los discípulos a siete varones para que se encargaran de esto, y entre ellos eligieron a Esteban.

Y así, mientras los apóstoles persistían en la oración y el ministerio de la Palabra, Esteban, quien estaba lleno de fe y del Espíritu Santo, servía a las mesas con persistencia. Sin embargo, poco después, por la Palabra de Dios relatada en Hechos 6:8 vemos al mismo Esteban haciendo grandes señales y prodigios entre el pueblo; hechos que, dice la Palabra, causaron su arresto, llevándolo ante el concilio y acusándolo falsamente de hablar en contra de la verdad de Dios. Pero él, siguiendo su fe y con la misma gracia y poder con que servía en las mesas, presentó su defensa haciendo una amplia y completa exposición del conocimiento y revelación que tenía de la Palabra de Dios (Hechos 6:9-15, Hechos 7:1-53). Pero esto no fue todo, sino que el pueblo enfurecido por lo que Esteban decía, decidieron sacarlo de la ciudad para apedrearlo, “Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.” Hechos 7:59-60.

Es impresionante ver cómo una sencilla actividad, dispuesta en las manos del Señor y llevándola a cabo en la llenura y el poder del Espíritu Santo, puede llegar a impactar y transformar tanto la vida de una persona, y es que definitivamente no se trata en sí de lo que hacemos, sino más bien la manera en la que lo hacemos, puesto que aún una mesa de nuestra congregación que corramos o limpiemos en comunión con el Espíritu Santo y para la gloria de Dios, se convertirá en las manos del Señor, en un poderoso medio para que crezcamos en el conocimiento y carácter de nuestro Salvador, pues también es esta su exhortación: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.” Colosenses 3:23-24.    Oración.

«Padre, gracias por el privilegio y la bendición de poder servirte; gracias por elegirme y hacerme apta para toda buena obra. Sé que no soy yo, ni son mis capacidades, sino más bien tu gracia y el poder del Espíritu Santo. Gracias por edificarme y perfeccionarme a través de estos tiempos de comunión contigo y de servicio a mi prójimo. Te alabo por cuan grande y bueno eres, Señor, amén.