lunes, 3 de octubre de 2022

El compañerismo en la intercesión

 El compañerismo en la intercesión

“Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo” Mateo 26:36-38

“orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” Efesios 6:18

“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”. Hebreos 4:15

sta escena en el huerto de Getsemaní es muy conocida; observamos al Hijo del hombre acercándose al Padre en su condición humana, con la cual se identifica plenamente con nosotros. Había subido con los once discípulos al Monte de los Olivos y les pidió que “oraran para que no entraran en tentación”. Él se hizo más adelante, llevando consigo a Pedro, Jacobo y Juan, y les dijo a ellos “Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo”.

En ese momento tuvo un profundo anhelo de compañerismo, su alma estaba muy turbada hasta la muerte, por eso les pidió que lo acompañaran en oración. Esto nos muestra la necesidad humana de querer sentirnos respaldados en determinadas ocasiones por nuestros hermanos en la fe. En la soledad de nuestras responsabilidades y pruebas, muchas veces vivimos tiempos intensos, donde necesitamos ser comprendidos y ayudados con las oraciones de intercesión.

Jesús necesitaba el apoyo de sus discípulos y que velaran juntos antes de la batalla final en la cruz, donde vencería el mal y cargaría con todos nuestros pecados sobre su cuerpo. Saber esa profunda necesidad de nuestro Redentor, debe traernos consuelo cuando nos sentimos con un gran peso en nuestro corazón y pedimos a otros que nos ayuden a orar.

Sin embargo, la situación de Jesús fue aún más terrible que la nuestra; nosotros nunca seremos abandonados por Dios, en cambio Jesús enfrentaría la interrupción de la intimidad con su Padre por causa de nuestro pecado (Mateo 27:46). Los discípulos no alcanzaron a entender la magnitud de la oración que escucharon de Jesús, la cual estaba más allá de su comprensión, por eso, no pudieron acompañarlo en esta batalla espiritual y se durmieron (Mateo 26:39-40). Después de su muerte lograrían comprender.

Nuestros dilemas de la vida nunca podrán compararse con el drama que Jesús padeció en la cruz. Él sabe cuán débil somos, por eso dijo “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41).

Su oración de agonía fue una oración de fe, sabía que el Padre era justo, omnipotente y fiel, pero su parte humana se resistía a todo lo que iba a sufrir, por eso, oró hasta tener paz y una firme decisión para enfrentar lo que venía. Se levantó fortalecido y fue hasta sus discípulos que estaban dormidos para animarlos, sabía que para ellos vendría un tiempo de mucha confusión y temor.

Lo más hermoso de todo esto es que Jesús es nuestro sumo sacerdote y sigue intercediendo por nosotros desde el trono celestial. Si nos sentimos afligidos, recordemos que nos fue dado un compañero fiel que nos ayudará a orar en los momentos en que no sabemos cómo hacerlo. Dice Romanos 8:26 “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”, y también contamos con la oración de nuestros hermanos en la fe.    Oración.

«Amado Señor, hoy más que nunca necesito de tu dulce compañía. Gracias porque nunca me has dejado ni desamparado; por darme tu Santo Espíritu para que, en los momentos de prueba y debilidad, me ayude a interceder en tu presencia; gracias por ese compañero (“parakleto”) que me sostiene, ilumina, consuela y acalla todos mis temores. Te pido también por mis hermanos en Cristo, que me apoyan en oración para poder vencer en mis batallas diarias. En el Nombre de Jesús, amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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