lunes, 10 de enero de 2022

Templanza

 


Templanza

“porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.” Santiago 1:20

Cuando pasemos por momentos donde nos acusen, nos juzguen, nos señalen y veamos por parte de nuestros semejantes actitudes y acciones que reflejen repudio hacia nosotros, nuestra respuesta no debe ser devolver mal por mal, no debe ser enojarnos y tampoco entristecernos. Es cierto que son situaciones bastante incómodas y muchas veces nos resulta difícil sobrellevarlas en las mejores condiciones, pero debemos considerar que son pruebas a nuestra fe y como en toda prueba hay algo qué superar, en este caso es nuestro carácter. Nos resulta imposible controlar o dominar el carácter de otras personas, pero sí nos es posible tener templanza o dominio propio.

La templanza, fruto del Espíritu Santo, es esa virtud que nos permite o nos da la capacidad para actuar conforme a lo que es correcto y no de acuerdo con nuestras emociones o sentimientos.

Entonces, cuando pasemos por estas situaciones tan difíciles e incómodas, nuestra reacción no debe ser el enojo, puesto que esto no refleja templanza. Cuando nosotros nos enojamos, no estamos en la capacidad de hacer lo correcto, porque dice la Palabra de Dios que en nuestra ira no puede obrar su justicia, mientras que si nosotros manejamos el dominio propio y permanecemos en una actitud mansa y humilde, estaremos haciendo lo que es correcto, lo que Dios quiere que hagamos y estaremos permitiendo así que sea Dios quien obre con justicia en aquella situación y con aquellas personas.

Así que, conociendo y entendiendo esto, pidamos a Dios que por su gracia y por su Espíritu, que mora en nosotros, nos permita en todo tiempo actuar como Él quiere que actuemos, reflejando el carácter de Cristo y el fruto de su Espíritu, pero que lo hagamos con total gozo; porque dice su Palabra “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.” (Santiago 1:2-3).  Oración.

«Padre Dios, que tu Santo Espíritu que mora en mí, me permita en todo tiempo tener respuestas que reflejen el carácter humilde, afable y apacible de tu amado Hijo; recuérdame que ya no vivo yo, sino que es Cristo en mí y que ya no vivo para mí sino para aquel que murió por mí, en Cristo Jesús, amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.