lunes, 7 de mayo de 2012

QUIEN NOS PODRA SEPARAR DEL AMOR DE DIOS


QUIEN NOS PODRA SEPARAR DEL AMOR DE DIOS..Aunque las dolencias de los cristianos son muchas y grandes, de modo que serían vencidos si fueran dejados a sí mismos, el Espíritu Santo los sostiene. El Espíritu, como Espíritu iluminador, nos enseña por qué cosa orar; como Espíritu santificador obra y estimula las gracias para orar; como Espíritu consolador, acalla nuestros temores y nos ayuda a superar todas las desilusiones. El Espíritu Santo es la fuente de todos los deseos que tengamos de Dios, los cuales son, a menudo, más de lo que pueden expresar las palabras. El Espíritu que escudriña los corazones puede captar la mente y la voluntad del espíritu, la mente renovada, y abogar por su causa. El Espíritu intercede ante Dios y el enemigo no vence.

.Lo bueno para los santos es lo que hace buena su alma. Toda providencia tiende al bien espiritual de los que aman a Dios: apartándolos del pecado, acercándolos a Dios, quitándolos del mundo y equipándolos para el cielo. Cuando los santos actúan fuera de su carácter, serán corregidos para volverlos a donde deben estar. Aquí está el orden de las causas de nuestra salvación, una cadena de oro que no puede ser rota.
1. “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo”. Todo eso que Dios concibió como la finalidad de la gloria y felicidad, lo decretó como el camino de la gracia y la santidad. Toda la raza humana merecía la destrucción, pero por razones imperfectamente conocidas para nosotros, Dios determinó recuperar a algunos por la regeneración y el poder de su gracia. El predestinó, o decretó antes, que ellos fueran conformados a la imagen de su Hijo. En esta vida ellos son renovados en parte y andan en sus huellas.
2. “Y a los que predestinó, a éstos también llamó”. Es un llamamiento eficaz, desde el yo y desde la tierra a Dios y a Cristo y al cielo, como nuestro fin; desde el pecado y la vanidad a la gracia y la santidad como nuestro camino. Este es el llamado del evangelio. El amor de Dios, que reina en los corazones de quienes, una vez fueron Sus enemigos, prueba que ellos fueron llamados conforme a su propósito.
3. “Y a los que llamó, a éstos también justificó”. Nadie es así justificado, sino los llamados eficazmente. Los que resisten el evangelio, permanecen sujetos a la culpa y la ira.
4. “Y a los que justificó, a éstos también glorificó”. Siendo roto el poder de la corrupción en el llamamiento eficaz, y eliminada la culpa del pecado en la justificación, nada puede interponerse entre esa alma y la gloria. Esto estimula nuestra fe y esperanza, porque como Dios, su camino, su obra, es perfecta.
El apóstol habla como alguien asombrado y absorto de admiración, maravillándose por la altura y la profundidad, y el largo y la anchura del amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento. Mientras más sabemos de otras cosas, menos nos maravillamos, pero mientras más profundamente somos guiados en los misterios del evangelio, más afectados somos por ellos. Mientras Dios esté por nosotros, y nosotros seamos mantenidos en su amor, podemos desafiar con santa osadía a todas las potestades de las tinieblas.

Todas las cosas del cielo y la tierra, cualesquiera sean, no son tan grandes como para exhibir el libre amor de Dios como la dádiva de su coligual Hijo, como expiación por el pecado del hombre en la cruz; y todo lo demás sigue a la unión con Él y el interés en Él. “Todas las cosas”, todo eso que pueda ser causa o medio de cualquier bien real para el cristiano fiel. El que ha preparado una corona y un reino para nosotros, nos dará lo que necesitamos en el camino para alcanzarla.