Falsa tregua para la batalla.
“Después subió Nahas
amonita, y acampó contra Jabes de Galaad. Y todos los de Jabes dijeron a Nahas:
Haz alianza con nosotros, y te serviremos. Y Nahas amonita les respondió: Con
esta condición haré alianza con vosotros, que a cada uno de todos vosotros
saque el ojo derecho, y ponga esta afrenta sobre todo Israel.” 1 Samuel 11:1-2
El enemigo, en ocasiones, se parece a Nahas, nos ofrece una
“salida”, una “solución” a nuestro problema, o “paz” para acabar con esa guerra
que él mismo inició. Claramente todo ésto es un engaño pues el enemigo lo único
que quiere es devorarnos. Cuando tú y yo creemos que ésto es cierto y caemos en
sus artimañas pensando que si hacemos una “tregua” con el enemigo se acabará la
guerra, caemos en un error, pues para que dicha “tregua” se lleve a cabo, el
enemigo siempre nos pedirá algo a cambio. En el caso de Jabes de Galaad se le
pidió su ojo derecho, y ésto no sólo lo incluía a él sino también a todo
Israel, pues para que hubiera protección de parte de Nahas, Israel debía
acceder a ese trato. Parece ilógico, irracional, que todo un pueblo pensara que
lo correcto era acceder a ésto que pedía Nahas a cambio de “paz”, ¿Cómo es
posible que prefirieran pensar que la solución estaba en dejar perder su ojo
derecho, en vez de pararse para protegerse unos a otros?
Todo lo anterior para nosotros suena ilógico, pero tú y yo en
ocasiones también queremos o hacemos lo mismo. Preferimos como dice el dicho:
“perder una batalla, pero no la guerra”, ¿Cómo? cediendo o perdiendo parte de
nuestro territorio con tal de obtener un poco de “tranquilidad”, y aquí quiero
citar un ejemplo claro de ésto: Preferimos dejar el servicio, el congregarnos
en la Iglesia por un lapso de tiempo, a cambio del “descanso” o la “tregua” que
nos ofrece el enemigo ¿Acaso ésto no se parece a lo que nos relata el libro de
Samuel? Pues el dejar de congregarnos, o incluso el dejar de servir, es como
entregarle un ojo a nuestro enemigo, porque por medio de la congregación es que
se nos habla la Palabra de Dios que es la que ejercita nuestra vista
espiritual, las Escrituras son como ese colirio que lubrica nuestros ojos
espirituales para que no tengamos problemas de resequedad espiritual
(Apocalipsis 3:18), la Palabra de Dios es ese escudo que necesitamos, incluso,
para proteger nuestros ojos que en ocasiones se dejan desviar fácilmente
(Salmos 18:30).
Hermanos, ¿Cómo salimos de esta situación, de este engaño del
enemigo que hemos creído? Sólo podemos salir de ahí con la ayuda del Espíritu
Santo de Dios, Oración.
«Padre, debo confesar que en algunos instantes he caído en
esas falsas treguas que ofrece el enemigo porque he seguido mi propio consejo.
Tú me has enseñado en Tu Palabra que no sea sabio en mi propia opinión, y en
ocasiones, no he tomado tu consejo, pues he terminado cediendo partes
importantes de mi vida ante el enemigo. Ayúdame Santo Espíritu de Dios a no
caer más ante las mentiras del diablo, de mi carne y del mundo. Prepárame y
fortaléceme para seguir solamente el consejo de Jesús. Amén.