martes, 4 de octubre de 2022

¿A quién te pareces?

 

¿A quién te pareces?


“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. Juan 1:14

“Más el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. Gálatas 5:22-23

Hoy en día hay una generación que está pendiente de la apariencia más que de la esencia; sus redes sociales están llenas de fotos buscando muchos likes y su aprobación depende de lo que los demás digan de ellos. Su estima se mide con los parámetros de este mundo, buscando modelos humanos aparentemente perfectos, pero ninguno lo es. Dios quiere que le demos prioridad a la esencia, lo que hay realmente dentro de nuestro corazón, ya que la apariencia debe venir como resultado de la esencia.

Jesús es el único que nos puede mostrar una vida perfecta, porque lo fue en todo el sentido de la palabra y se nos insta a alcanzar su perfección, que nada tiene que ver con lo físico, sino con lo espiritual, o sea, la esencia misma de Dios. Efesios 4:13 nos dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.

Si hemos de imitar a alguien es a Dios mismo, como lo expresa Pablo en Efesios 5:1 “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados”. Para ello, tenemos que andar en amor; Efesios 5:2 dice: “Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante”. La esencia misma de Dios es amor; 1 Juan 4:8 dice: “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”.

Nuestra esencia es eterna, porque es lo que somos realmente en Cristo Jesús. ¿Cuantos aparentan ser cristianos? Jesús lo dijo claramente: “Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:20-21).

La palabra, en 2 Timoteo 3:2-4, nos describe cómo es el carácter de los hombres de los últimos tiempos: “Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios”. Como vemos, son personas que aman más la apariencia que la esencia.

La esencia tiene que ver con la profundidad en Cristo, para conocerlo y formar su carácter en nosotros y ser llenos de amor, humildad, gracia y verdad. Por eso es tan importante conectarnos con la fuente espiritual correcta; dice 1 Corintios 6:17 “Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él”. Debemos dejar que el Espíritu Santo haga su obra en nosotros, limpiándonos y santificándonos, para que seamos transformados a la imagen de Cristo.   Oración.

«Amado Padre, anhelo tu presencia cada día, dame de tu esencia a través de tu Santo Espíritu, para poder ser como tu Hijo Jesucristo; que su carácter sea formado en mí y poder así estar lleno de fruto, de gracia y verdad para influenciar este mundo caído. En el Nombre de Jesús, amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.