viernes, 1 de mayo de 2015

Salmos 8:3-4

Salmos 8:3-4

Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que allí fijaste, me pregunto: ¿Qué es el hombre para que en él pienses?  ¿Qué es el ser humano para que lo tomes en cuenta?



Una pregunta muy común cuando se habla de Dios es: ¿Por qué Dios permite esto o aquello?  Ejemplos como las guerras, el hambre, las enfermedades, los secuestros o asaltos, los asesinatos y violaciones, en general, toda la lista de las maldades que hacemos como hombres, entran en esa pregunta.  ¿Por qué Dios lo permite?  ¿Sabes?  Esa pregunta habla mucho de dónde está posicionado nuestro corazón y nuestra manera de entender la vida.  Cuando uno quiere acomodar a Jehová a su entendimiento, uno se siente con el derecho y la autoridad para cuestionar y reclamar sus obras.  Por otro lado, cuando uno acepta a Cristo y busca vivir conforme a su voluntad, las palabras de David en este salmo son sumamente poderosas, edificantes y transformadoras.  Nos abren los ojos y renuevan el entendimiento.  ¿Quién soy yo para cuestionar a Jehová?  ¿Quién soy yo para que en mí pienses?  ¿Quién soy yo para que me tomes en cuenta?  ¡Nadie!  No soy nadie.  No he hecho nada para merecer el perdón que Dios me ha otorgado.  Tampoco merezco el amor que derrama sobre mí.  Por lo tanto, la interrogante no es el por qué Dios permite esto o aquello sino quién soy yo para cuestionarle.  ¿Lo puedes entender?  Jehová creó con sus dedos los cielos.  Ni siquiera la mano entera necesita para crear lo que nosotros jamás podríamos crear.  Nuestra carne nos lleva a ser egocéntricos mientras que el Espíritu nos dirige a la humildad, el servicio y la obediencia a Dios.  Hay gente que necesita “tocar fondo” para darse cuenta que no merece nada y sin embargo Dios sigue ahí con los brazos extendidos.  No seas necio y soberbio.  No esperes a que tu vida se desmorone para entender que el egocentrismo no lleva a nada bueno mientras que una vida Cristo céntrica produce bendición.
Respondiendo la pregunta inicial, no es Dios quien permite todas esas maldades sino el hombre que está alejado de Él.  Medita en el pasaje de hoy.  Medita en dónde está tu corazón.  En dónde están tus pensamientos.  ¿Vives agradecido?  ¿Vives con gozo?  Si tu respuesta es negativa es porque no has entendido las palabras de David en este salmo.

Oración

Señor: vengo de rodillas a pedirte perdón.  No soy nadie para cuestionarte ni para merecer nada de Ti.  Gracias por derramar tu amor sobre los que te pedimos perdón y recibimos a tu Hijo Jesús.  Gracias por darnos tanto.  Yo te pido que mi vida pueda ser testimonio del gran amor que me tienes y lo maravilloso que eres.  Gracias por fijarte en mí.  Gracias por tomarme en cuenta.  Gracias por conocerme a la perfección.  Gracias por la esperanza que traes a mi vida.  En Cristo Jesús.  Amén