jueves, 5 de diciembre de 2024

Siervos por el poder del Espíritu Santo.

 


Siervos por el poder del Espíritu Santo.

“Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar.” Éxodo 4:10-12

“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.” Efesios 3:20-21

Nos preocupa muy a menudo, las palabras o la enseñanza que vayamos a pronunciar cuando de hablar del Señor o compartir de su Palabra se trata, y es que todos sus hijos hemos sido llamados de manera general a hacer discípulos en todo el mundo, y se suma a esto algunas actividades en particular, como por ejemplo, ministrar una alabanza, realizar una reflexión o predicación, dirigir alguna reunión, realizar alguna lectura, intervención o pregunta, orar en público, compartir un testimonio y todo aquello que implique abrir nuestra boca y hablar.

Pensamos, al igual que Moisés, que no tenemos lo suficiente para poder cumplir con nuestro llamado, porque quizás también se nos traba la lengua, se nos enredan las palabras, se nos suele olvidar lo que vamos a decir, o quizás no tenemos mucha fluidez. Sin embargo, el Señor nos enseña que éstas o cualquier otra aparente limitación, debilidad o aspecto de nuestra personalidad, no son ni deben ser una barrera, un motivo o una excusa para no disponernos a servir a Dios y ser usados por Él, pues vemos en la historia de Moisés que, es Dios inicialmente proveyendo a Aarón para que hablara en lugar de él, al pueblo, pero era a Moisés a quien Dios enseñaba directamente (Éxodo 4:14-16). Luego y conforme avanza y crece la relación de Moisés con Dios, vemos cómo es él mismo quien asumiendo su llamado, toma la vocería y se dirige al pueblo (Éxodo 14:13, Éxodo 16:6-8).

Hermanos, tenemos un Dios compasivo, amoroso y que nos conoce más que nosotros mismos, es nuestro Padre bueno, quien primera y principalmente nos ha dado su Espíritu para que nos enseñe, nos recuerde, nos capacite y nos fortalezca para hablar y hacer todo lo que Él nos ha mandado (Juan 14:26); sumado a esto, tenemos a nuestros líderes y hermanos en la fe, en quienes de igual manera habita el Espíritu Santo y quienes también en sus inicios fueron débiles e inseguros, pero si nos disponemos por amor al Señor y en comunión con Él, a ser enseñados a través de ellos y a humildemente aprender de su ejemplo, también seremos esos hombres y mujeres usados grandemente por Dios para cumplir con sus propósitos que son eternos (Efesios 3:20-21, Efesios 4:15-16).     Oración.

«Padre bueno, gracias por la promesa cumplida del Espíritu Santo morando en nosotros tus hijos; te alabo y te bendigo por tu bondad y fidelidad. Gracias Señor por la bendición de mis hermanos en la fe, gracias por sus vidas, por tu obra en ellos y por todo lo que a través de ellos me enseñas, diriges, consuelas, animas y edificas; gracias porque en la unidad de tu Espíritu nos permites ir creciendo en el conocimiento y carácter de tu amado Hijo Jesucristo, amén.