Siervos por el poder del Espíritu Santo.
“Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido
hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque
soy tardo en el habla y torpe de lengua. Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la
boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy
yo Jehová? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas
de hablar.” Éxodo 4:10-12
“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho
más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en
nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades,
por los siglos de los siglos. Amén.” Efesios 3:20-21
Nos preocupa muy a menudo, las palabras o la enseñanza que
vayamos a pronunciar cuando de hablar del Señor o compartir de su Palabra se
trata, y es que todos sus hijos hemos sido llamados de manera general a hacer
discípulos en todo el mundo, y se suma a esto algunas actividades en
particular, como por ejemplo, ministrar una alabanza, realizar una reflexión o
predicación, dirigir alguna reunión, realizar alguna lectura, intervención o
pregunta, orar en público, compartir un testimonio y todo aquello que implique
abrir nuestra boca y hablar.
Pensamos, al igual que Moisés, que no tenemos lo suficiente
para poder cumplir con nuestro llamado, porque quizás también se nos traba la
lengua, se nos enredan las palabras, se nos suele olvidar lo que vamos a decir,
o quizás no tenemos mucha fluidez. Sin embargo, el Señor nos enseña que éstas o
cualquier otra aparente limitación, debilidad o aspecto de nuestra
personalidad, no son ni deben ser una barrera, un motivo o una excusa para no
disponernos a servir a Dios y ser usados por Él, pues vemos en la historia de
Moisés que, es Dios inicialmente proveyendo a Aarón para que hablara en lugar
de él, al pueblo, pero era a Moisés a quien Dios enseñaba directamente (Éxodo
4:14-16). Luego y conforme avanza y crece la relación de Moisés con Dios, vemos
cómo es él mismo quien asumiendo su llamado, toma la vocería y se dirige al
pueblo (Éxodo 14:13, Éxodo 16:6-8).
Hermanos, tenemos un Dios compasivo, amoroso y que nos conoce
más que nosotros mismos, es nuestro Padre bueno, quien primera y principalmente
nos ha dado su Espíritu para que nos enseñe, nos recuerde, nos capacite y nos
fortalezca para hablar y hacer todo lo que Él nos ha mandado (Juan 14:26);
sumado a esto, tenemos a nuestros líderes y hermanos en la fe, en quienes de
igual manera habita el Espíritu Santo y quienes también en sus inicios fueron
débiles e inseguros, pero si nos disponemos por amor al Señor y en comunión con
Él, a ser enseñados a través de ellos y a humildemente aprender de su ejemplo,
también seremos esos hombres y mujeres usados grandemente por Dios para cumplir
con sus propósitos que son eternos (Efesios 3:20-21, Efesios 4:15-16). Oración.
«Padre bueno, gracias por la promesa cumplida del Espíritu
Santo morando en nosotros tus hijos; te alabo y te bendigo por tu bondad y
fidelidad. Gracias Señor por la bendición de mis hermanos en la fe, gracias por
sus vidas, por tu obra en ellos y por todo lo que a través de ellos me enseñas,
diriges, consuelas, animas y edificas; gracias porque en la unidad de tu
Espíritu nos permites ir creciendo en el conocimiento y carácter de tu amado
Hijo Jesucristo, amén.
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