miércoles, 23 de septiembre de 2015

Salmos. 38.V1-1-14

Salmos. 38.V1-1-14
38.1 Así como un niño llora ante su padre, David también lo hizo ante Dios. David no decía: "No me castigues", sino: "No me castigues mientras estés enojado". Reconoció que merecía el castigo, pero pidió que Dios moderara su disciplina con misericordia. Como hijos, somos libres de pedir misericordia, pero no debemos negar que merecemos el castigo.

38.1 Este salmo se llama penitencial porque David expresó verdadero arrepentimiento por su pecado (38.18). Declaró que su pecado lo llevó a tener problemas de salud (38.1-8) y que lo separó de Dios y de los demás, causándole una soledad extrema (38.9-14). Luego confesó su pecado y se arrepintió (38.15-22).

38.2-4 David vio su angustia como juicio de Dios por sus pecados. Si bien Dios no siempre envía una enfermedad física para castigarnos por el pecado, este versículo y otros de las Escrituras (Hecho._12:21-23; 1Co_11:30-32) indican que lo hizo en algunas circunstancias. Nuestro pecado puede causar efectos secundarios mentales o físicos que nos ocasionen un sufrimiento mayor. Algunas veces Dios tiene que castigar a sus hijos para que vuelvan a El (Heb_12:5-11). Cuando nos arrepentimos de nuestro pecado, Dios promete perdonarnos, aun cuando no promete deshacer las consecuencias directas del pecado.

38.13, 14 Una de las tareas más difíciles en la vida es guardar silencio mientras otros nos despedazan porque queremos proteger nuestra reputación. Se nos dificulta no actuar cuando nos roban algo que consideramos muy preciado. Pero no necesitamos estallar en venganza ni justificar nuestra posición, podemos confiar en que Dios protegerá hasta nuestra reputación. Jesús se mantuvo en silencio ante sus acusadores (Lucas._23:9-10); dejó su caso en manos de Dios (1Pe_2:21-24). ¡Ese es un buen lugar para dejar nuestro caso también!