lunes, 26 de noviembre de 2012

Creer


Hasta este momento, he tratado de dejar establecidas dos ideas básicas. La primera es la forma en que nuestra vida fue corrompida con el pecado que heredamos. La segunda es que Jesús vino como remedio a esa situación. Según la Biblia, estos hechos son una realidad.

Ahora, quiero que pensemos en la relación que hay entre esas dos realidades, y la posibilidad de que edifiquemos sobre ellas para ser transformados personalmente.

La clave para podernos apropiar de estas verdades consiste en creerlas y aplicarlas a nosotros mismos. (El verbo “creer” tiene el mismo significado que “tener fe en…”). Veamos más de cerca el concepto de creer, tal como se usa en la Biblia, puesto que en el Nuevo Testamento encontramos este verbo usado cerca de doscientas cincuenta veces. En primer lugar, lo que no es creer. Creer no es pensar de manera positiva ni alimentar unas esperanzas infundadas. No tiene que ver con tratar de ganarse una relación con Dios. No tiene que ver con las buenas obras, ni con el simple hecho de ser “una buena persona”. No nos convertimos en creyentes sólo porque estemos afiliados a una institución religiosa, o porque sigamos una tradición, ni porque hayamos nacido en una familia cristiana.

Para creer hace falta un objeto de nuestra fe. Creer es colocar nuestra confianza en alguien o algo. Es una palabra de acción. Implica tomar una decisión consciente. Decidimos creer o decidimos no creer. Ambas implican una decisión.

En su significado bíblico, creer es algo que compromete no sólo nuestra mente, sino también la profundidad de nuestro corazón, y no sólo nuestra mente. Cuando creemos, enlazamos las realidades mencionadas anteriormente con el compromiso de anclar nuestra esperanza en la persona de Jesús.

Cuando creemos, estamos respondiendo de manera positiva al amor que Dios nos tiene. Ese amor es tan profundo y tan amplio, que proporciona todo el contexto para todo lo que Él ha hecho por nosotros, y todo lo que Él espera de nosotros. Jesús quiere apasionadamente que estemos completos en nuestra relación con Él.