martes, 16 de enero de 2024

En tu mano están mis tiempos

 


En tu mano están mis tiempos

“Mas yo en ti confío, oh Jehová; Digo: Tú eres mi Dios.  En tu mano están mis tiempos.”, Salmo 31:14-15a

Cuando David escribió este salmo se encontraba en un desafortunado momento, estaba huyendo del Rey Saúl quien pretendía matarlo. En los versículos iniciales de este cántico David exclama: “Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en angustia; Se han consumido de tristeza mis ojos, mi alma también y mi cuerpo.  Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar; se agotan mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se han consumido” (Salmo 31:9-10).

Hemos de pensar que su situación era de verdad grave puesto que David no era inclinado al desánimo ni a la depresión. Sin embargo, lo vemos pesimista debido a sus enemigos y a lo “incierto” de su futuro. En un momento las circunstancias parecían ganarle la batalla, sin embargo y como en muchas otras oportunidades, David empieza a pelear con las armas espirituales de la justicia y de la verdad y así como batalló contra aquel gigante Goliat al que le declaró: “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.” (1 Samuel 17: 45), se levanta en victoria y exclama “Mas yo en ti confío, oh Jehová; Digo: Tú eres mi Dios.  En tu mano están mis tiempos; líbrame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores”. Sucede entonces que el Todopoderoso, el Dios de los escuadrones de Israel, una vez más, hace suya la batalla y lo rescata de la angustia y de la incertidumbre. Tiempo después David llegó a reinar en lugar de Saúl, fue un rey sabio y próspero y Dios le dio paz de todos sus enemigos. Su futuro hasta la actualidad fue glorioso porque Dios levantó de entre sus descendientes al mesías: nuestro Señor Jesucristo.

Así que aunque estemos atravesando valles de sombra de muerte, no temamos mal alguno, nuestra vida y nuestros tiempos están en la mano de aquel Dios que cumple sus promesas. “Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, y tome aliento vuestro corazón.” (Salmo 31:24). Como David ganemos las batallas de rodillas ante Dios.   Oración.

«Padre de la gloria solo en ti toma fuerza mi corazón, solo de ti viene mi esperanza, tú suplirás todas mis necesidades. Tú eres mi Dios, en tu mano están mis tiempos. Amén