jueves, 27 de noviembre de 2014

Hechos 27:9-12

Hechos 27:9-12


Se había perdido mucho tiempo, y era peligrosa la navegación por haber pasado ya la fiesta del ayuno.  Así que Pablo les advirtió: señores, veo que nuestro viaje va a ser desastroso y que va a causar mucho perjuicio tanto para el barco y su carga como para nuestra propia vida.  Pero el centurión, en vez de hacerle caso, siguió el consejo del timonel y del dueño del barco.  Como el puerto no era adecuado para invernar, la mayoría decidió que debíamos seguir adelante, con la esperanza de llegar a Fenice, puerto de Creta que da al suroeste y al noroeste, y pasar allí el invierno.


En la teoría, escuchar o dar un consejo, suena sumamente sencillo.  Son bien intencionados y deberían ser dados fácilmente así como escuchados.  Pero por alguna razón, cuando llegamos a la parte práctica, las cosas no son así.  A la gente le cuesta trabajo escuchar un consejo o por el contrario, les cuesta trabajo darlo.  ¿Por qué?  Porque entran distintas áreas de nuestra vida que tenemos que trabajar.  Piensa por un momento en el centurión que no hizo caso al consejo de Pablo.  Un hombre militar que está acostumbrado a dar órdenes y llevar a cabo cualquier tarea que le hayan encomendado.  Él sabe que puede sobrevivir cualquier tipo de circunstancia y una tempestad o un mal clima en general no serán motivo para frenarlo de cumplir con su labor de llevar a Pablo a Roma.  ¿Te parece si lo catalogamos como soberbia o necedad?  Estas dos características nos impiden recibir una opinión que pudiera ayudarnos a tomar mejores decisiones.  Lo que Pablo estaba anunciando era de sentido común.  Sus palabras son contrarrestadas por el dueño del barco y el timonel.  ¡Obviamente!  No iban a decir: sí, bajen pues corren peligro y lo mejor será permanecer en tierra.  ¡Por supuesto que no!  No iban a dejar de ganar más dinero por llevarlos a Roma y tampoco iban a quedarse con la carga que traían.  Piensa que un barco mientras más viajes haga, más dinero gana.  ¿Qué le interesa al dueño?  Pues que haga la mayor cantidad de viajes.  ¿Cómo es posible que el centurión se dejó convencer y no pudo ver más allá de las intenciones del dueño del barco contra las intenciones de Pablo?  Le faltó sencillez en su corazón para poder discernir mejor.
Ahora, tú puedes estar pensando que a ti no te pasaría.  ¡Error!  Somos sumamente propensos a caer en situaciones similares.  ¿Te han hecho daño, lastimado, engañado o algún otro mal?  ¿Qué haces cuando al contar tu historia te dicen que tu deber es perdonar a pesar de que hayas sido inocente en lo sucedido?  ¡Pero si yo no hice nada!  Pensarás.  ¿Por qué debo perdonar si ni siquiera les interesa pedirme perdón?  ¿Te das cuenta que cuando nos afecta personalmente se vuelve difícil recibir consejos?  Debemos trabajar constantemente el mantener un corazón sencillo, unos oídos listos para escuchar y una lengua muy lenta para argumentar.
Por otro lado, es muy importante aprender a dar consejos.  Muchas personas prefieren quedarse calladas por no meterse en posibles problemas o discusiones.  Esto no está bien.  Si sabes que Dios en su palabra dice algo y tu hermano está haciendo lo contrario o simplemente no sabe qué hacer, es tu deber, en amor y gracia, decirle lo que nuestro Señor pide y quiere.
Pon atención a tus reacciones al dar o recibir consejos.  Date cuenta si estás cayendo en acciones como las del centurión o si estás siendo egoísta al no dar consejos por evitar una discusión.  Pide a Dios que te muestre cómo dar y recibir consejo.
Oración
Señor: primero quiero agradecerte por tu amor y misericordia.  Quiero pedirte que perdones mis pecados y me guíes por tu camino.  Te pido mi Señor que aprenda no solo a recibir sino a dar consejos de manera adecuada.  No permitas que mi orgullo, necedad o egoísmo me detengan.  Te pido que mi vida sea para servirte y me transformes para que seas Tú quien reine en mí.  En Cristo Jesús.  Amén.