miércoles, 13 de octubre de 2010

Tengamos esperanza


Tengamos esperanza

Esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado.

1 Pedro 1:13

Usted ha oído muchos sermones y ha visto muchos libros acerca del amor y de la fe, pero ¿ha oído alguna vez un mensaje o ha leído un libro acerca de la esperanza? Por alguna razón, a veces pasamos por alto la esperanza. La esperanza es algo que falta en la experiencia cristiana de nuestra cultura. No vivimos con esperanza sobre todo porque nos concentramos demasiado en nuestras circunstancias actuales.

¿Qué es la esperanza? Es la actitud del cristiano en cuanto al futuro. La esperanza en su naturaleza intrínseca es como la fe. Ambas tienen la confianza, o una creencia en Dios, como su punto central, pero hay una diferencia entre ellas. Fe es creer en Dios en el presente, y esperanza es creer en Dios para el futuro. La fe cree en Dios por lo que ha hecho, y la esperanza cree en Dios por lo que hará.

Ponga su esperanza en Él y viva esperando el glorioso cumplimiento de su promesa futura. Nuestra corona futura

Cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de la vida.

Santiago 1:12

La vida eterna es la corona que Dios ha prometido a quienes lo aman. Es el galardón supremo del creyente. Aunque en el presente experimentamos algunos de los beneficios de vida eterna, la tenemos como una promesa. Algún día la recibiremos en su plenitud. Seguimos esperando recibir el galardón futuro. Cuando venga el Señor, nos dará la plenitud de vida eterna.

El apóstol Pablo expresó un pensamiento similar: "Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida" (2 Ti. 4:8). Cuando Cristo regrese por la iglesia, a los cristianos se les dará una vida de justicia eterna. Todos recibiremos la misma corona de las recompensas de vida eterna, justicia y gloria.

La resistencia no gana la vida eterna. Sin embargo, la resistencia es la prueba de la fe y del amor genuinos, y eso es recompensado con la plenitud de vida eterna.