sábado, 6 de abril de 2024

Padre nuestro que estás en los cielos

 


Padre nuestro que estás en los cielos

“Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.” Mateo 6:9-13

La oración modelo de Jesús comienza con esta frase “Padre nuestro que estás en los cielos”; esta plegaria sirvió de guía a sus discípulos cuando le pidieron que les enseñara a orar (Lucas 11:1). El Señor destaca siete elementos que debe contener una oración como son: la confianza, la reverencia, el sometimiento, la dependencia, el perdón, la humildad y la adoración. Recordemos que la verdadera oración no es una simple técnica o un método, sino una relación real con nuestro Padre eterno de amor y confianza, por eso, Jesús empieza con una introducción de confianza y llama a Dios, su Padre.

Es un gran privilegio llamarlo así, porque es el perfecto Padre que nos ama incondicionalmente. Decir “Padre” indica una relación filial, en un sentido íntimo y personal; esto solo fue posible por nuestra fe en Jesús, quien nos abrió ese camino con su muerte en la cruz para que volviéramos a tener una relación correcta con el Dios eterno. También al decir “nuestro” estamos reconociendo que otros también tienen el mismo derecho y acceso a Dios y son nuestros hermanos espirituales.

“Que estás en los cielos”, la trascendencia, la majestad, la gloria de Dios, su grandeza y poder están a nuestro alcance. Dios no está distante, sino cercano; recordemos lo que dice Salmos 145:18 “Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras”. Sin importar cuál es nuestra necesidad tenemos el privilegio de clamar al Soberano de todo el universo de la misma manera en la que un niño acude a su padre terrenal, como dice hebreos 4:16 “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.

Podemos conocer a Dios como Padre gracias a la revelación de Jesucristo, porque cada creyente en Cristo puede relacionarse de manera personal con el Padre y tener una comunión íntima con Él. Jesucristo siempre se refirió a Dios como su Padre y en el Nuevo Testamento se nos invita a tratarlo como nuestro Padre, porque somos hijos de Dios y coherederos con su Hijo Jesucristo. Es necesario creer en Cristo para tener una relación personal con Dios Padre. Pablo nos enseña en Romanos 8:15-16 que “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”.

Dios nos expresa su paternidad cuidándonos, proveyéndonos para cada necesidad y mostrándonos su propósito. Nos ama incondicionalmente por eso su deseo más grande es que nos relacionemos con Él; anhela comunicarse con nosotros y nos ha prometido que nunca nos dejará ni abandonará, como dice Deuteronomio 31:8 “Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides”. También nos muestra su paternidad disciplinándonos, esta es una señal de que somos sus hijos y lo hace para que crezcamos en santidad. Hebreos 12:10 dice “Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad”. El Padre siempre nos guiará a hacer lo correcto.

Recordemos entonces cada vez que oremos que tenemos un Padre celestial que nos ama y escucha.  Oración.

«Abba Padre, qué privilegio poder acercarme a tu presencia con confianza, sabiendo que eres mi Padre celestial, que me amas incondicionalmente y mostraste tu amor enviando a tu Hijo amado a morir por mí. Quiero acercarme con reverencia y confianza cada día, porque tú eres el Soberano del universo que inclina su oído para escucharme; estás atento a la voz de mi clamor y dispuesto a suplir mis necesidades espirituales, emocionales y materiales. Gracias por adoptarme como tu hijo y ser parte de tu familia, en Cristo Jesús, amén.