jueves, 7 de noviembre de 2019

Edifiquemos sobre un fundamento limpio


Edifiquemos sobre un fundamento limpio

“Cuando oyó Sanbalat que nosotros edificamos el muro, se enojó y se enfureció en gran manera, e hizo escarnio de los judíos. Y habló delante de sus hermanos y del ejército de Samaria, y dijo: ¿Qué hacen estos débiles judíos? ¿Se les permitirá volver a ofrecer sus sacrificios? ¿Acabarán en un día? ¿Resucitarán de los montones del polvo las piedras que fueron quemadas? Y estaba junto a él Tobías amonita, el cual dijo: Lo que ellos edifican del muro de piedra, si subiere una zorra lo derribará. Oye, oh Dios nuestro, que somos objeto de su menosprecio, y vuelve el baldón de ellos sobre su cabeza, y entrégalos por despojo en la tierra de su cautiverio. No cubras su iniquidad, ni su pecado sea borrado delante de ti, porque se airaron contra los que edificaban. Edificamos, pues, el muro, y toda la muralla fue terminada hasta la mitad de su altura, porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar. Pero aconteció que oyendo Sanbalat y Tobías, y los árabes, los amonitas y los de Asdod, que los muros de Jerusalén eran reparados, porque ya los portillos comenzaban a ser cerrados, se encolerizaron mucho; y conspiraron todos a una para venir a atacar a Jerusalén y hacerle daño. Entonces oramos a nuestro Dios, y por causa de ellos pusimos guarda contra ellos de día y de noche. Y dijo Judá: Las fuerzas de los acarreadores se han debilitado, y el escombro es mucho, y no podemos edificar el muro.”, Nehemías 4:1-10
Nehemías había recibido permiso del rey Artajerjes, a quien servía como copero, para ir a su ciudad Jerusalén con una compañía de obreros y reconstruirla, pues la ciudad había sido derribada, el templo reducido a cenizas y el pueblo asolado por los enemigos. El llamado de Dios a Nehemías no fue fácil, pues tendría que enfrentarse a enemigos que se oponían a la reconstrucción de Jerusalén, además al desánimo de un pueblo que lo había perdido todo, pues sólo decían: “el escombro es mucho y no podemos edificar el muro“. Pero cuando un hombre acepta el desafío de Dios, es capaz de motivarse a sí mismo y de motivar a otros para cumplir los propósitos de Dios. Esta motivación debe empezar con una oración sincera y específica sobre la necesidad de ver la gloria de Dios. Los creyentes estamos llamados a batallar contra los enemigos internos y externos, que nos impiden construir una vida espiritual sólida. Somos edificadores y no podemos permitir que el pecado, los vicios y malos hábitos, como la indiferencia, la apatía, la pereza, el placer pecaminoso, el materialismo, la mundanalidad y la falta de oración y búsqueda de la Palabra de Dios impidan la edificación de nuestra vida espiritual. Hay que remover el escombro y sacar la basura para que no resulte ineficaz nuestro servicio al Señor.
Los enemigos externos son las personas que como Sanbalat y Tobías utilizaron el enojo, el ridículo y la burla para tratar de disuadir a los judíos de construir el muro, son los que nos desaniman para que no sigamos a Dios. Nehemías los ignoró y en cambio oró, y la obra continuó. Cuando se burlen de nosotros por nuestra fe o nos critiquen por servir a Dios y hacer lo correcto, hagamos lo de Nehemías y no nos desalentemos, expresemos a Dios lo que estamos sintiendo y recordemos que su presencia constante nos da la fuerza para continuar.
Permitamos al Señor ser el fundamento de nuestra vida, nuestra roca en la cual debemos anclarnos, para ser fuertes. Oración.
Señor, gracias porque tu gracia en nuestro corazón produce en nosotros buenas obras, permite que crezcamos en el conocimiento tuyo para poder edificar sobre un fundamento firme capaz de soportar las más grandes pruebas, entonces podremos ofrecerte algo para la eternidad.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.