jueves, 20 de junio de 2019

NECESITAMOS UN PROCESO PARA SER TRANSFORMADOS


NECESITAMOS UN PROCESO PARA SER TRANSFORMADOS
“Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, más sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió”, Hechos 9:3-9
Cuando conocemos a Cristo todos necesitamos un proceso para ser transformados. Saulo de Tarso tuvo que pasar por ese proceso de manera muy rápida para convertirse en el famoso evangelista, Pablo.
Sus antecedentes muestran a un hombre religioso que seguía la ley, de la tribu de Benjamín, fariseo, enseñado por un gran maestro, Gamaliel. Lleno de conocimiento intelectual pero interiormente vacío, con un corazón endurecido por el legalismo y la religiosidad que lo llevó a convertirse en uno de los más temidos perseguidores del cristianismo. Aparentemente no había nada en él que lo calificara para ser un seguidor y siervo de Cristo. Sin embargo, ¿por qué Pablo evidenció un cambio tan radical y transformador en su vida?
Primero tuvo un encuentro con Jesús que lo derribó totalmente, no sólo lo postró físicamente ante su presencia sino que lo obligó a dejar toda altivez de su corazón, al ser un hombre envanecido por sus conocimientos y por su formación religiosa. Su auténtica experiencia personal con Jesús implicó el conocimiento de quién realmente era Dios, esa convicción en su corazón trajo un cambio transformador a su vida, que nunca volvió a ser la misma.
Segundo, tuvo que humillarse y obedecer a la voz que le ordenaba. No era fácil para alguien como Pablo enseñado a dar órdenes, obedecerlas. Tenía que doblegar su carácter y aceptar que otro lo condujera de la mano hasta Damasco. Su humildad tuvo que aflorar para seguir las instrucciones que el Señor le dio.
Tercero tuvo que morir a su “yo”. En esos tres días, Saulo quedó completamente ciego, desconectado del mundo, pero en conexión con Dios, dedicado al ayuno y la oración. Tiempo dispuesto por el Señor para que reflexionara sobre el propósito para el cual fue escogido. Necesitaba esos tres días para resucitar en un nuevo hombre, sin orgullo, sin pretensiones, sin prejuicios y argumentos religiosos. Un hombre controlado totalmente por el Espíritu Santo, transformado en su carácter, fortalecido por el poder de Dios y con una nueva visión y asignación: ir a predicar el evangelio al mundo gentil.
Esas son las cosas que Dios hace. Él cambia totalmente nuestro enfoque cuando tenemos un encuentro genuino con Él. Nos lleva a la postración y al reconocimiento. Nos lleva a la obediencia y humildad para que nos rindamos a su voluntad. Nos enseña a seguir instrucciones y a dejarnos guiar por el camino correcto, a buscar una íntima relación con Él, a practicar el ayuno y controlar así nuestros apetitos emocionales y carnales. Un verdadero encuentro con Jesucristo debe producir: una transformación de nuestro ser, una renovación de nuestra mente y un propósito de vida totalmente diferente.  Oración.
"Amado Señor Jesús, gracias por ese verdadero encuentro contigo, afírmame en tu carácter para no ser más yo, sino tú viviendo en mí. Cámbiame y límpiame para poder convertirme en instrumento escogido para la obra a la que me has llamado. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.     
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